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No hay casualidad

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -En Cuba, para que un hecho cualquiera no esté expuesto a los menores efectos casuales, basta que en él intervenga Fidel Castro. No hay casualidad que valga con este manipulador nato. Aristotélico desde su insufrible engreimiento, parece apostarlo todo a lo causal, así que se dedicó siempre a crear estímulos específicos en busca de resultados preconcebidos bajo estricto control.

Es su norma, bien conocida dentro y fuera de la Isla. De modo que para descartar casualidades en torno a su regreso de estos días a las pantallas de la televisión nacional, luego de cuatro años de ausencia, no hace falta ser muy agudo.

Un miembro de la oposición política interna declaró que había reaparecido  (justo en el momento en que se inicia un proceso de indultos a los presos políticos de la llamada Primavera Negra que aún quedan entre rejas) para recordarle a todos, con su mera imagen mediática, que todavía vive y que está apto para continuar con el mazo en la mano.

Por supuesto que el opositor tiene razón. Pero tal vez lo más notable en lo referido a este regreso suyo a las pantallas, no sea su descontento con el proceso de indultos.

Los inocentes condenados de la Primavera Negra eran, muy en particular, los presos de Fidel Castro, sus monedas de canje, los souvenir con que gustaba agasajar a sus compinches del exterior.

Resulta lógico que él no vea con buenos ojos la liberación, por relativa que esta fuere. Y menos aún el tratamiento que la prensa internacional ha dispensado al hecho. Podría ser que ni siquiera haya aprobado el indulto, o que lo aprobase bajo protesta dadas las circunstancias. Lo descartable, en todo caso, es que no lo consultaran.

Si es así, y seguramente es así, la novedad entonces no es que Fidel reaparezca justo en medio del proceso de indultos, sino que se haya visto obligado a reaparecer debido a que quizá se trate de la primera vez, desde que abandonó teóricamente la presidencia del país, que el régimen actúa sin su consentimiento manifiesto, o por lo menos contrariando sus criterios o preferencias.  

Bajo un nuevo camuflaje, el de pulpo Paul de la guerra nuclear, Fidel Castro podría estar proclamando sin palabras, mostrando en clave que sería descifrable sólo para sus allegados, una profunda contrariedad y hasta una cierta decepción ante su fiel hermano. Y en tal caso, esta reaparición en la pantalla no ha de ser su última pataleta más o menos sutil antes de que la historia lo absorba.

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