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En Palacio todo va despacio

Martha Beatriz Roque Cabello

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Una moneda fuerte es, por definición: “unidad monetaria intercambiable en el mercado de divisas que se enfrenta a una demanda elevada”, por lo que el peso cubano convertible (cuc) no puede considerarse como tal. Sin embargo, si se explica lo contrario, una moneda débil es la que su cotización está sujeta a fuertes oscilaciones, debido a diversos problemas, entre ellos el de su situación exterior, reflejada por un déficit de su balanza de pagos, cabría situarlo en ese grupo; pero considerando que no tiene valor alguno en el exterior, solamente es utilizable en el territorio nacional, y que tampoco fluctúa, a pesar de la crisis económica por la que atraviesa el país.

El Gobierno emite esta moneda y determina también su tipo de cambio, con respecto a otras monedas duras y al peso cubano (cup), conocido como “moneda nacional”. En estos momentos, un peso cubano convertible es equivalente a 25 cup y así se ha mantenido durante años.

Fidel Castro decidió que el dólar estadounidense (USD) tuviera una devaluación frente al peso cubano convertible del 20%, con el fin de que se redistribuyeran los ingresos por concepto de envío de remesas, entre todos los cubanos; utilizando su cansada retórica de justicia social. De igual forma la CADECA (casa de cambio) es la que fija el valor de las diferentes monedas internacionales con respecto al cuc, que a pesar de no tener ningún tipo de valor frente a cualquier divisa, se le considera en algunos casos superior a algunas de ellas.

Sin embargo, la realidad es otra, el dólar no puede utilizarse en transacciones comerciales exteriores, debido al embargo, y el gobierno se ve en la necesidad de moverlo de alguna forma, pero también está la razón política de restar importancia a esta moneda, para de esa forma poder minimizar al país emisor.

Estas políticas monetarias no han sido ni siquiera revisadas por el gobierno, al cual no le interesa en absoluto fomentar una correcta circulación financiera, sólo está la premisa de ir resolviendo los problemas en la medida en que se presenten, pero cada vez se hace más difícil mantener este sistema ficticio.

En la actualidad, una de las esperanzas en el incremento de divisas está puesta en la posibilidad de eliminar la prohibición de viajar a Cuba que, debido al embargo, ha sido impuesta a los ciudadanos americanos. Recientemente, el Comité de Agricultura de la Cámara de Representantes del Congreso de Estados Unidos pasó un proyecto de ley al respecto, pero todavía no se hará firme hasta que transite por otras instancias y llegue hasta el Senado.

Aunque existe esta perspectiva gubernamental, que incluye también la posibilidad de que se incrementen las importaciones de productos agrícolas, no se ha pensado en solucionar los problemas del mercado interno. Las compras se realizan en dólares, los que recibe el gobierno –en su mayor parte- sin ningún compromiso financiero, ya que los cambia por una moneda inservible y le incrementa a la mercancía adquirida -de forma desmedida- el precio de venta, obteniendo grandes ganancias. No obstante los pagos inmediatos de las compras a los suministradores americanos, son su mayor obstáculo para este comercio, por lo que necesita créditos para efectuar estas transacciones.

En general, los servicios que se prestan nacionalmente en divisas, tanto para el interior como para el exterior del país, son muy caros y carecen de la menor idea de la comercialización. Las restricciones que tiene, por ejemplo, cargar una tarjeta telefónica  a un familiar dentro de la Isla, no se conjugan en lo absoluto con lo que pudiera ser un buen negocio; al igual que los elevados precios de Internet en cualquier hotel –con acceso a los cubanos- o el mal servicio que se presta cuando se adquiere un paquete de productos comestibles a una firma cubana, para hacerlo llegar a cualquier persona dentro del territorio nacional.

Pero, también hay acciones que son politizadas por el gobierno, con el fin de incrementar los ingresos. Cabría explicar que si un cubano-americano es detenido en el país, no se le tiene en cuenta su nueva ciudadanía, se considerará nacional, pero para contratar un abogado o hacer cualquier trámite judicial debe pagar en divisas, lo que puede considerarse una especie de apartheid por residencia.

La lista de situaciones difíciles para la vida diaria se hace interminable, pero desgraciadamente el cubano se ha acostumbrado a vivir con esa piedra en el zapato. Para poder aliviar un poco sus problemas económicos, se hace necesario que el peso cubano convertible adquiera su valor real, además de que dejen de aplicarse precios excesivos a los productos y servicios que se adquieren con esta moneda, que inclusive se están equiparando a los de moneda nacional, sentando un precedente que, pudiera pensarse, es la base para la utilización de un solo tipo de efectivo en un futuro, no de inmediato, porque en estos momentos “en Palacio todo va despacio”.




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