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El delirio de las palabras

Eduardo Mesa

MIAMI, Florida, julio, www.cubanet.org -La Iglesia hizo pública la secuencia de hechos que condujeron a la mediación, pero los que dijeron que el general había levantado el teléfono para poner al cardenal a sus ordenes no dirán que se equivocaron, no reconocer los errores es una característica muy humana, muy nuestra.

La Iglesia ha hecho pública esta cronología pero eso no cambiará las percepciones establecidas; tampoco influirá el hecho de que el canciller de una potencia extranjera anuncie que viene a apoyarla en sus gestiones, esto de ningún modo nos llevará a pensar la posibilidad de que la Iglesia cubana ha ganado un reconocimiento institucional sin precedentes y que el gobierno cubano se ha visto obligado a aceptar la mediación.

El arzobispo de Santiago de Cuba ha dicho que él no está en la conciencia del gobierno, pero que en su conciencia está hacer el bien. La Iglesia tiene como estrategia permanente hacer el bien,  a corto plazo busca el alivio y la liberación de los presos, a largo plazo persigue un diálogo nacional que contribuya a correr los cerrojos del totalitarismo y conduzca a una apertura gradual y democrática.  

La Iglesia está mostrando una agenda razonable con objetivos claros, ella no se plantea derrocar a los Castro porque ese no es su deber, pero quiere lo mejor para Cuba y los Castro distan mucho de serlo. Nosotros también podemos priorizar lo realizable a corto plazo, fijar objetivos más ambiciosos a un plazo más largo y aprender a trabajar de forma consensuada  esos objetivos comunes. 

Nosotros, además, debíamos preguntarnos por qué  Gloria y Emilio Estefan llenan la calle 8 en un acto cívico y los líderes cívicos  solo consiguen reunir a unos pocos; debíamos preguntarnos si de hacer tantas declaraciones políticas hemos terminado por  hacer una política que sobrevive a base de declaraciones.

Es verdad que la Iglesia a veces calla y que el gobierno de los Castro mata con frecuencia,  es verdad que estamos en nuestro derecho de decirle a la Iglesia lo que esperamos de ella y al gobierno cubano que deje de hacer lo que hace; pero la política se realiza con el peso de algún poder y yo me pregunto qué poder tenemos.

La Iglesia tiene su agenda de hacer el bien y ha conseguido ampliar considerablemente sus espacios en los últimos años, Fariñas tiene una agenda heroica, difícil de imitar, que ha conseguido un reconocimiento sin precedentes. El está dispuesto a morir y ese es un valor que todavía respetamos. Ambas agendas, la de la Iglesia y la de Fariñas, presionan a los Castro e inciden, a pesar de sus limitaciones,  en la política cubana. Ambas agendas han conseguido una extraordinaria atención internacional.

Fariñas está en estado crítico y ya se ha desatado el aluvión de declaraciones que responsabilizan al gobierno cubano por el crimen en ciernes. También comienzan las cartas de exigencia a la Iglesia y al Papa, para que asuman nuestros reclamos ante un gobierno sin escrúpulos.

Los que plantean esas exigencias deben recordar que ese gobierno es el mismo que maneja la agonía de sus víctimas con temeridad y se arriesga a manchar de sangre a sus propios cachorros, mientras se enfrenta a la disyuntiva de ceder antes o ceder después el poder que le queda, un poder que perderá tarde o temprano a cuenta de la ignominia y el tiempo.

Fariñas acaba de anunciar que depone la huelga y yo me alegro, el gobierno  acordó la liberación de 52 presos políticos  y le será difícil echarse a atrás. Los acontecimientos me invitan a creer que este es un buen momento para preguntarnos a quién presionan nuestras agendas ¿En qué lugar y momento las dejamos?  Un buen momento para preguntarnos si padecemos el delirio de las palabras.

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