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Sonia, el funcionario y el agua

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - “Falta el agua hace seis días y no hay ni noticias de lo que pasa”, -comenta Sonia con los ojos inyectados por la cólera. “¡No tengo  ni agua para beber!”.

Le sugiero que averigüe en la oficina de la empresa del Acueducto Aguas de La Habana Sur que está a una cuadra de su casa. Sonia parece un volcán  en erupción, y explica que ya fue y le dijeron que eso no tenía que ver con ellos; que no disponían de camiones cisternas (pipas) para enviarles por estar sirviendo a otros necesitados.

Sonia llamó entonces al gobierno municipal de Arrroyo Naranjo, donde reside. La telefonista la comunicó con el responsable de atención a la población, y el hombre trasladó la llamada al funcionario que atiende las quejas por problemas del abastecimiento de agua.

“El funcionario me dijo que eso era un problema de las tuberías, pero que también el manto freático andaba escaso de agua y los pozos estaban casi secos”.

Una razón por la que no se podía bombear suficiente agua era que una de las llaves maestras se había trabado y no podían abrirla. Además, en caso de que se arreglara el asunto de la trabazón de la llave maestra a ella no le tocaba agua ese día porque en el plan de distribución la zona donde ella vive es la B y le tocaba a la A, según el calendario de distribución.

A Sonia le subió la presión arterial debido a la ira cuando oyó la increíble respuesta del funcionario. Un burócrata más, insensible y parapetado detrás de su buró.

Después de toda la incomodidad ocasionada por la falta de agua, Sonia y sus vecinos tuvieron agua al cabo de nueve días. Pero los acechaba la mala racha de la desdicha, porque a consecuencia de un fuerte viento, al otro día, cuando llegó el agua, se pegaron los cables del tendido eléctrico y explotó el transformador de la esquina. Estuvieron sin electricidad 18 horas. 

Sonia me dijo que era para suicidarse, pero que no sabía si lo conseguiría, porque casi no le quedaba gas en el recipiente de reserva que tiene debajo de la cocina. 

Acabó diciendo: ¡Nada, que nuestra mala suerte no tiene para cuando acabar… ya llevamos más de 51años!




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