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Nostalgia de la URSS

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - La presencia de Misha en La Cabaña, del Ballet Bolshoi en el Karl Marx, y el Concierto para piano y orquesta No 1, de Tchaikovski, en el Amadeo Roldán, no han logrado que la palabra nostalgia reverdezca entre Cuba y la URSS.

De nada sirve que Evgueni Evtushenko diga que odia la escuela, la censura, las fronteras y la ridiculez del título de poeta nacional. Tampoco que La guerra y la paz, de Serguei Bondarchuk, vuelva a exhibirse.

Mucho menos que un periodista sueñe en el periódico Juventud Rebelde cómo la nieve despeina una estatua de Pushkin, o escriba: “El corazón es tozudo, aunque las matriuskas no bailen guaguancó”.

El recuerdo de la mayoría, que no disfrutó de becas, aventuras en la calle Arbat, de Moscú, o de la tala de árboles en Siberia, está más cerca de la cocina que del corazón.

Mientras el periodista delira por el abrazo del oso siberiano, la proeza impar de Lenin y otros cantos desafinados, Domitila Casate añora la carne rusa enlatada y los ajíes rellenos que venían de Moscú.

Las cuitas del escribidor calzado con botas rusas exaltan el samovar, la Sinfonía Leningrado, de Shostakovich, y el regreso de El Maestro y Margarita, de Bulgákov; en tanto Armindo, el negro “bolo”, maldice la Crisis de los misiles.

Cada uno piensa de acuerdo a como vive, y elogia o rechaza el momento que le tocó. Por eso, mientras el periodista evoca el alma rusa, capaz de una profunda melancolía cuando, pasado de Vodka entona viejas baladas, decenas de cubanos recuerdan los radios VEF, el coñac Ararat y las combinadas KTP. También existen otros ensueños más apegados a la materia que a la espiritualidad.

Desconocedora de la cultura ruso-soviética y hasta de la cubana, Evangelina Fresneda lo que añora de la URSS es el ruido de una lavadora Aurica en medio del jolgorio del solar.

“Es verdad que los “bolos” (rusos) eran toscos hasta más no poder. Pero a la hora de fabricar, nadie lo hacía mejor”.

De acuerdo con Evangelina, las nuevas lavadoras Hair, taimadas como todo lo chino, se hacen pedazos con sólo introducirle el calzoncillo percudido de su esposo Juanón.

Y hasta los ventiladores  Órbita, que venían para descongelar el refrigerador Mir (el gobierno cubano lo vendía aparte), eran mejores que los que se venden hoy.

Por esos es que el concepto de la palabra nostalgia es difícil de atrapar, aunque sea jueves, los acróbatas rusos se bañen en el crepúsculo que baja desde La Cabaña hacia el malecón, y el Oso Misha nos recuerde las olimpiadas de Moscú.

Asegurar que Rusia “nunca se fue de nuestro traspatio sentimental” es una ilusión. Un puñado de azúcar sobre las heridas abiertas por la necesidad de sobrevivir.




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