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Cabaret en La Habana

Leonel Alberto Pérez Belette

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - “General, tus tanques son carros poderosos, que desafían el bosque, pero tienen un defecto: necesitan un conductor. General, tus aviones son fieros como tormentas, pero tienen una falla: precisan de un piloto. General, tus hombres son muy importantes, muy importantes, pero hay un problema: pueden pensar por sí mismos”. 

Lo anterior es un parlamento de la adaptación teatral del clásico Cabaret, que gracias a la colaboración de instituciones alemanas, tuvo su debut recientemente, en la sala Trianón de esta capital. La propuesta escénica corrió a cargo del grupo teatral El Público, bajo la dirección de Carlos Díaz y contó con un elenco de lujo, donde sobresalieron actores como Osvaldo Doimeadios, Blanca Rosa, Mónica Guffante, Lester Martínez y Alexis Martínez, entre otros laureados de las tablas cubanas.

Cabaret reta a la realidad del espectador, desde la visión de la Alemania del III Reich. Se entrecruzan rezagos prusianos, posmodernidad y un excelente ejercicio histriónico, sin vulgaridad, para conformar un espectáculo que puede ser interpretado desde los valores actuales de cada quien. Fiel recordatorio de que las artes escénicas no son exactamente un medio para ofrecer “la solución del problema”, sino una forma de mostrar conflictos; incluso para crearlos.

La puesta en escena, cuya premier fue exclusiva para profesores y directivos de fundaciones académicas germánicas presentes en la Isla, y para miembros de dicha representación diplomática, se podrá disfrutar por el público desde el jueves hasta el domingo. Únicamente una semana en cartelera y sin la promoción debida; nadie explicó la razón.

A pesar de todo durante esta primera presentación, decenas de nacionales pudieron colarse; casi todos, jóvenes del mundo de las artes. La intervención más aplaudida fue la del anciano actor Mario Montero que, ataviado cual soldado prusiano, introdujo un sugerente bocadillo: “Antiguamente los padres querían que sus hijos fueran sanos e inteligentes; pero ya yo no me preocupo por eso. Yo quiero que mi hijo sea estúpido y obtuso; así podrá tener una vida placida y exitosa, como ministro de gabinete”.

A la salida, algunos coincidieron en la misma expresión, ante la indagación de este reportero sobre sus valoraciones de la función. Uno tras otro repitieron, “Ich bin ein Berliner (yo soy un berlinés) – en evidente alusión a la máxima solidaria, pronunciada por el presidente John Fitzgerald Kennedy-”. No satisfecho, e imbuido de la premisa para el análisis histórico del filósofo Ortega y Gasset -según la cual cada época debe ser apreciada bajo sus propios valores-, interpelé a un joven sobre el por qué de la afirmación, si no estábamos en el Berlín de la década del 40 del siglo pasado. El muchacho respondió jocosamente: “No, es cierto, pero mira para afuera”. Me volteé y miré la decadencia que me rodeaba, la calle, el barrio, los transeúntes y las edificaciones alrededor del teatro.




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