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Seguridad insegura

Adolfo Pablo Borrazá

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Cualquiera diría que, cuidada por la “prestigiosa” Policía Nacional Revolucionaria, en Cuba apenas puede haber fechorías. Los agentes de la PNR están apostados en las esquinas, vigilan los barrios marginales, patrullan las 24 horas del día las ciudades y los campos. La presencia de los hombres de uniforme azul indica que todo estará bien. Sería sensato pensar que este cuerpo, “defensor de la tranquilidad social”, está siempre presente cuando los ciudadanos lo necesitan. En realidad, casi siempre está presente… pero no para bien de los ciudadanos. 

Liety tiene 20 años y estudia Licenciatura en Lengua Inglesa en la Universidad. Una noche, sentada en el muro del malecón habanero, entabló conversación con un turista londinense. El hombre quería saber sobre Cuba y la muchacha trató de aclararle sus interrogantes, al menos hasta donde ella sabía. Al cabo de un rato, apareció un agente de la PNR y pidió la documentación a la joven. Acto seguido le propuso “seguridad” a cambio de unos cuantos dólares. Liety no entendió qué quiso decir el policía y le pidió que le hiciera el favor de devolverle el carné de identidad. El agente pensó que la muchacha era una prostituta más de las tantas que merodean por el Malecón y se hacía la tonta, así que llamó por su walkie talkie a un carro patrullero, y ante la mirada asombrada del extranjero, la condujeron a la unidad policial, donde le levantaron un acta de advertencia en la que se señala que había cometido el delito de “asedio al turismo”.
Desde entonces, Liety recela de la PNR. 

En Bayamo, en el oriente del país, un hombre de 60 años fue detenido por dos policías que se bajaron del carro patrullero. Los agentes registraron sus pertenencias. El hombre había comprado 30 libras de arroz y 5 libras de frijoles negros y se encaminaba a su hogar. Los policías intentaron coaccionar al hombre y lo que consiguieron de él fue un exabrupto y un infarto cardiaco. Asustados, los guardias lo llevaron al hospital. El anciano llegó sin vida. 

La versión de los policías es diferente. Alegaron en el juicio que el viejo era un acaparador que intentó escapar cuando lo detuvieron. Dijeron que echó a correr y esto, debido a su edad, le afectó el miocardio. 

No se supo adónde fueron a parar el arroz y los frijoles que llevaba el hombre. El proceso quedó nulo por falta de pruebas y los policías regresaron a las calles bayamesas a capturar a otros infractores de la legalidad socialista. 

Pero el hijo del difunto, indignado, buscó y agredió a uno de los policías. El joven fue acusado de desacato y condenado a dos años de cárcel. 

Cuando les conviene, los policías se hacen de la vista gorda con jineteras, proxenetas, delincuentes y drogadictos. Los agentes del orden público son expertos en intimidar cuando olfatean un posible beneficio. ¿Aparecerán cuando tengamos encima a un malhechor? ¿Todo estará bien? Me parece que no.

adolfo_pablo@yahoo.com  




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