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Lo irreversible al horno

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Cuando se forme el tiroteo, tírense pa´l agua”, recomienda una pieza del grupo de reggaetón Insurrectos, muy escuchada por estos días en La Habana. Lástima que el consejo no les llegase a tiempo a los carboneros del centro-sur y de otras regiones de la Isla, retro propulsados hoy a los tiempos de la esclavitud, por más que la miseria les obligue a hacer suyo eso de que sarna con gusto no pica.  

La cuestión es que cuando el marabú estaba a punto de tragarse a nuestros caciques, ellos han dado con una fórmula mágica para tragarse el marabú. Pero antes necesitaban encontrar dientes para masticarlo, ya que los suyos son postizos.

Es así como aparecen, primero, la alternativa de exportar hacia Europa carbón vegetal, y luego, el contingente de guajiros sin tierra, sin arroz, sin un centavo en el bolsillo, y, claro, dispuestos a todo por alimentar a su familia, incluso a desmochar el símbolo de nuestra irreversibilidad socialista, que es el marabú, aun cuando sea para transformarlo en euros que se destinan a la inoperancia del régimen.

Y cuentan los que juran saberlo de buena tinta que en la actualidad el carbón cubano de marabú goza de alta demanda en los mercados europeos, hacia los que sólo desde la provincia de Cienfuegos se exportarán más de 200 toneladas en 2010.

Dicho así, suena próspero, y hasta esperanzador. Lo que no debe serlo ni un poquito es verse en el pellejo de esos carboneros, hundidos de sol a sol entre una maraña de espinas, enfrentando la tarea inhumana de desmontar marabusales para producir carbón mediante otra faena más bien propia de la Edad de Piedra.     

Es lo acostumbrado, la pícara manera en que nuestros caciques convierten los reveses en victoria, echando nuevas ganancias en su barril sin fondo, siempre con esa increíble habilidad que ponen en juego a la hora de inventarlas en el aire.

Ahora le tocó a los carboneros, algunos de los cuales se muestran contentos a través de la pantalla del televisor, al punto que parecen prestos a tararear el estribillo de aquel famoso pregón popularizado por Chapotín: “A tres kilos el saco, lo vendo barato”. Total, en resumidas cuentas, barato es más que nada, de igual forma que poco es mucho para ellos, en tanto es lo indispensable para seguir respirando.

Desde luego que aunque hoy no esté en vías de extinción como el plátano, la yuca, la malanga o la papa, el marabú también tiene vida limitada. Y al paso que van las cosas, es de temer que en un futuro próximo no seamos capaces de cosechar ni marabusales. Eso es lo malo. Y lo peor es que para tales fechas los carboneros habrán perdido la oportunidad de escuchar el consejo del grupo Insurrectos.

  




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