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Cheo y el marabú

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Cheo Campamento, un filósofo de mi barrio cuya escuela de pensamiento se pudiera definir como “fatalismo optimista” (¡vaya oxímoron!), gustaba repetir que “no hay mal que por bien no venga”. Su propensión a buscar siempre el lado bueno de las cosas malas, aún de las peores, lo ayudó a resistir airoso los azares de su vida miserable desde que se retiró del ejército hasta que la chispa de tren le destrozó el hígado. Así y todo, supongo que en su hora final hubiera dicho si le hubieran preguntado: “Lo bueno es que ahora podré descansar sin que me jodan más”. 

Traigo a Cheo a colación por las últimas noticias sobre el marabú. Casualmente son noticias buenas, algo sumamente raro en estos días.

Resulta que el marabú, que desde hace 20 años se enseñorea de más de la mitad de las tierras cubanas cultivables o de pastoreo, sirve para algo. Para este año 2010, Cuba exportará 200 toneladas de marabú a Europa. Dicen que como carbón vegetal, el espinado tronco del marabú es inmejorable para los Bar- B-Qs  del Primer Mundo. Los europeos lo pagarán en euros. De todos modos, por acá no hay mucho que asar (ni tampoco que exportar).  

Será otro aporte cubano a la lucha contra el calentamiento global mucho más útil que las tonterías que habló el canciller Bruno Rodríguez Parrilla en la Cumbre de Estocolmo. Y en paz con la Pachamama. Evo Morales, líder espiritual del capítulo boliviano y bolivariano del Tehuantinsuyo, debe dar brinquitos de felicidad con la ecológica y económicamente sustentable exportación cubana del marabú.  

¡Verdad que no se les escapa una a nuestros estrategas del progreso y la prosperidad! Luego de las escuelas para adiestrar bueyes, el plátano micro-jet y las cercas de cardona, sólo faltaba el carbón de marabú para confirmar su docta infalibilidad a prueba de bomba de neutrones y Pleno de la Juventud Comunista presidido por Machado Ventura. 

Puede que dentro de algunos años, algún nostálgico general eche de menos los bosques de marabú tan verdes a la orilla de las carreteras y en toda la extensión de los potreros hasta donde se pierde la vista. Eran el teatro de operaciones militares perfecto para la guerra de todo el pueblo contra una invasión yanqui. Pero que sigan la recomendación de Cheo de buscar el lado bueno de todo lo malo. Desmontar a machetazos y candeladas las espinadas selvas de marabú, habrá servido, además de para ocupar a  presos, cooperativistas y usufructuarios, y no darles tiempo para pensar en nada, para curtir  a las brigadas del ejército tanto como los hombres de Panfilov o los vietcongs de Nguyen Sung antes que abrazaran el socialismo de mercado. 

Después de todo, tanto marabú ya daba mala espina a los mandarines. No tanto por la tierra sin sembrar, las importaciones sustituibles y el hambre (que también tiene su lado bueno a la hora de mantener bajo control a los chusmisos) sino porque a cierto exilado en el norte de la Galia le ha dado por simbolizar a una antisocial llamada Ma Pancha y al arbusto con la resistencia al régimen. Aunque nunca se sabe, porque paradójicamente los mandamases asocian al marabú con otra mata, la siguaraya, que sin permiso de ellos  y no de los orishas, no se puede tumbar.  
 




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