NOTICIAS POR E-MAIL
 
 
Las puntualizaciones del cronista habanero, y dos reparos del lector 

(A propósito de un artículo de José Hugo Fernández)

Rolando D. H. Morelli, Ph. D

FILADELFIA, Pensilvania, febrero, www.cubanet.org -“Eran pocos y parió Catana” titula su crónica más reciente, desde La Habana, el periodista independiente. En ella expone con claridad las pifias del reportero sin identificar de la agencia AP, también en la capital cubana, quien busca demostrar que los “Cubanos no creen más en la sonrisa de Obama”. Con suma agudeza apunta el señor Fernández respecto a tales presupuestos que:
« (…) lo que en verdad revela (cuando menos) [la AP es] falta de agudeza, [al] abrirle espacio público, sin las acotaciones que impone el rigor de la profesión, a declaraciones tales como que a Obama “no se le ve un interés verdadero en mejorar las relaciones con Cuba'', algo que no es en modo alguno demostrable, ya que el pícaro atrincheramiento de nuestra dictadura le cortó el impulso radicalmente y desde muy temprano a cualquier paso en esa dirección. Eso por no abundar [aquí] en [un análisis de las] auténticas mentecatadas que, según AP, declararon otros paisanos [nuestros] y que el reporte de marras deja correr sin matizaciones. Pongamos por caso al que dijo que Obama: “Es negro de piel pero blanco de alma».

Atina el comentarista con criterio independiente, al exponer los manejos de los corresponsales extranjeros (unos más que otros) a quienes se permite ejercer en La Habana a nombre de sus respectivas agencias y publicaciones. Es obvia y fácilmente demostrable la tendenciosidad de los corresponsales destacados en Cuba —con el visto bueno previo de la Seguridad del Estado cubana, habría que precisar— bien porque lo escrito por ellos responde a la auto-censura, bien por falta de escrúpulos profesionales y de otro tipo de los reporteros, o porque respondan estos a una convergencia de opiniones con la tiranía, disfrazada de epítetos convenientemente elegidos para su propia canonización. Durante años no parecieron fatigarse del primero al último de la dinastía de los Castro y sus acólitos, de lanzar acusaciones contra la UPI, la AP, la Reuters y otras agencias internacionales de noticias por lo que consideraban una absoluta falta de objetividad y otros achaques cuya denuncia se imponía. Muchos discursos de Castro se articularon parcial o totalmente en torno a partes de prensa de dichas agencias a los que el común de los mortales no teníamos acceso en la Isla, y que él leía en voz alta, parafraseaba, comentaba y censuraba a su gusto, dando de paso la impresión de que nos ilustraba con sus parrafadas, y nos hacía partícipes de un privilegio que debía corresponderle en exclusiva: el acceso libre a la información. A partir de cierto momento, sin embargo, a los ojos del mundo “se abrieron” aparentemente “algunas puertas” informativas como reclamaba el bueno de Juan Pablo II, ya decrépito, desde la Plaza de la Revolución habanera, emblemática plaza castrista por antonomasia, que le había sido cedida. Con probado pragmatismo, el primero de la dinastía y Tirano Máximo, puso a su servicio a estas mismas execrables agencias capitalistas.

El truco —muy simple en el fondo— consiste de que para ser aprobado como corresponsal en Cuba, ha de someterse antes el prospecto candidato a un riguroso examen de los Servicios de la Seguridad del Estado, los que incluyen la creación de un perfil individual y familiar, y una vez en Cuba del “seguimiento” y constante observación de la conducta de los elegidos. Casi sin excepción, los escogidos deben ser individuos “sin prejuicios” contra “la Revolución” y de “mentes abiertas” a todo cuanto estén inclinados a suministrarles “amigos” bien dispuestos que en realidad forman parte de un aparato diabólico, que a los despistados extranjeros resulta inimaginable. A través de un prisma trucado que les ponen delante y creen tener en las manos, hacen su trabajo (y el de las autoridades cubanas) un noventa y nueve por ciento de los periodistas extranjeros radicados en Cuba. Cuando uno de ellos acierta con la realidad porque termina tropezando con ella, lo acusan de ser agente del imperialismo, borracho, homosexual o todas estas cosas, y lo echan de Cuba. El agravante de que tal suceda es que los corresponsales raras veces encuentran el modo de re-colocarse en su profesión, una vez en el mundo exterior; libre, pero dominado por una visión idealizada de la “Revolución” cubana y de innumerables esquemas y tópicos de la izquierda o los compañeros de viaje sin retorno. A tono con esto que afirmo, y con gran agudeza de su parte, consigna su reparo el articulista José Hugo Fernández al decir del momento preciso en que la AP en Cuba se aparece con su reportaje:

«En verdad resulta curioso que este artículo de una agencia extranjera, que se supone libre y para nada sujeta a las presiones del régimen, publique una información cuyo contenido (con el título por delante) coincide en tiempo y circunstancias con la cruzada anti-Obama que ahora mismo se está llevando a cabo desde Cuba, muy en particular por Fidel Castro y su boyada de retrogrados».

Todo está dicho en estos renglones, sin que nada falte. ¿Por qué casualidad del diablo se apunta la AP habanera a una campaña de la tiranía que rige el destino de los cubanos en la isla, contra la presente administración norteamericana? El último párrafo de Fernández intenta zanjar la cuestión mediante una afirmación rotunda que, en cierto modo se vuelve contra su propósito: «Por lo demás, es falso, y de sencilla comprobación hasta hoy, que los cubanos de la Isla dejaron de simpatizar con Obama».

Aquí falla, y se trata de uno de sólo dos reparos que en general hacemos al articulista independiente, su perspicacia periodística, porque al margen de que nos veamos obligados a aceptar su palabra como única evidencia de lo que dice (la misma falta que al comienzo de su trabajo ha reparado en el reportaje de la AP), la cuestión importante no es a fin de cuentas lo que piensen o puedan pensar verdaderamente del presidente norteamericano los cubanos en la Isla. ¿Cómo llegar a saberlo verdaderamente? ¿Qué posible sondeo de opinión conducido por la AP o por cualquiera podría arrojar un saldo confiable? ¿Serviría de algo, por otra parte, una opinión fundada en la ignorancia más supina y en la desinformación constante? Como botón de muestra de lo que hay en el fondo de todo, y de lo que verdaderamente se trata, observo —y es el segundo de los reparos que hago al reportero independiente— que él mismo sucumbe a la desinformación del régimen cuando afirma como de pasada: «Al margen de los aciertos y pifias que caracterizan hasta hoy la gestión del presidente estadounidense, y más allá del hecho cierto de las limitaciones que le imponen los poderes reaccionarios (y racistas) que actúan en su entorno…». Se trata de un lugar común más de la propaganda castrista que no sólo no guarda correspondencia alguna con la realidad, sino que coloca otras afirmaciones del periodista en un plano de relativismo conceptual.

Si la gestión del presidente Obama se caracteriza por haber incurrido en “pifias” y por apuntarse “aciertos” a estas alturas del juego, muchos de ellos podrían ser vistos desde diferentes ángulos y en relación a un conjunto complejísimo de cuestiones. Lo que para unos constituye un flagrante fracaso, es para otros el camino a seguir. Es obvio que aún muchos de los que le votaron apoyan al presidente, y que asimismo un sector cada vez más creciente de la sociedad se muestra descontento, según podría concluirse de los resultados favorables al relevo de políticos demócratas por republicanos en elecciones claves como las de los estados de New Jersey, Virginia, y sobre todo Massachussets, que concedió el asiento del extinto senador Ted Kennedy al republicano Brown, pese a la impresionante maquinaria política de los demócratas en el estado. Por otra parte, no se trata aunque lo afirme el señor Fernández, de ningún “hecho cierto” que el presidente Obama enfrente “limitaciones” “impuestas” por unos “poderes reaccionarios (y racistas) que actúan en su entorno”.

El entorno del presidente Obama está compuesto por una guardia pretoriana de adeptos cuyas demandas, si bien pueden ser “reaccionarias” no lo son en el sentido que tradicionalmente da la izquierda (siempre tan progresista aunque se manifieste contra el progreso, como hacen abiertamente los antiglobalizadores) a este término. En cuanto a racismo, podría fácilmente demostrarse aunque no haga falta, que hay mucho más racismo en Cuba, entre las altas esferas del régimen lo mismo que entre la población en general, que toda la que pueda objetarse en los Estados Unidos. La propia elección de Obama a la presidencia ofrece un desmentido a lo que afirma reiteradamente la propaganda de la tiranía acerca del racismo en los Estados Unidos. No se trata de que no exista racismo. ¿En qué sociedad humana no se dan formas de racismo e intolerancia de uno u otro orden? Lo que hace diferente a la sociedad estadounidense a este respecto, es su capacidad de evolucionar por disponer de los mecanismos democráticos para proceder libremente y con arreglo a los intereses de una sociedad dinámica, sin que obren decretos gubernamentales o presiones desde arriba.

Estas dos objeciones con que he querido cerrar mi comentario al excelente trabajo del periodista independiente, están encaminadas únicamente, a mostrar una vez más de qué manera cala la propaganda y los presupuestos del régimen de La Habana —que por otra parte recicla la prensa internacional de los países libres para consumo de sus lectores en todas partes— hasta en los más arriesgados y lúcidos defensores de la libertad de palabra y pensamiento que con riesgo de su seguridad escriben desde Cuba.

Rolando D. H. Morelli, Ph. D.


Escritor, académico e intelectual cubano residente en Philadelphia,
es asimismo el fundador y director de las Ediciones La gota de agua.





http://www.cubanet.org/inicio_tienda.html
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material siempre que se le reconozca como fuente.