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Alternativa condicionada de un periodista no tan alternativo  

Miguel Saludes 

MIAMI, Florida, febrero, www.cubanet.org –“Creo que cada cual tiene derecho a vivir donde desee, pero lo triste es que ese deseo se convierta en un hecho ideologizado. No veo bien que personas que ejerzan ese derecho tengan que congraciarse, arrepentirse de cosas haciendo espectaculares mea culpas o actos de vergüenza como si hubieran hecho un pecado”

Edmundo García (21 de marzo del 2008) 

Recién acaba de finalizar en La Habana la Reunión de Cubanos residentes en el exterior contra el bloqueo y en defensa de la soberanía nacional. Bajo tan descriptivo título se dio cita en la capital cubana una pequeña representación de emigrados, provenientes de una diáspora que alcanza dimensión planetaria. El lema de la convocatoria bastaba para explicar el contenido de su agenda, dedicada por entero a los asuntos que interesan al régimen. El levantamiento del “bloqueo” (embargo) estadounidense, la liberación de los Cinco, la devolución de la base de Guantánamo, el enjuiciamiento de Posada Carriles y el cese de la Posición Común europea hacia Cuba.   

Entre los asistentes al singular encuentro estuvo Edmundo García, periodista radicado en Miami, ahora ciudadano norteamericano por obra y gracia de los beneficios legales que Estados Unidos otorga a los cubanos que llegan a ese país, y que el gobierno castrista considera condenables. Paradojas de la vida.

La figura de quien se auto titula periodista alternativo, ha ganado connotación polémica por sus posturas afines con el discurso del poder en Cuba. Sus críticas dirigidas contra el sector más radical del exilio son difundidas a través de La Tarde se mueve, patrocinado entre otros la agencia de viajes y envíos a Cuba, Mar Azul. El programa cuenta con una audiencia de simpatizantes y detractores. Al concluir cada transmisión Edmundo acude al Versalles donde comparte el mismo sitio que frecuentan derechistas, centristas e izquierdistas. Este detalle contado por él mismo en La Habana, resulta impensable en un ambiente totalitario.

En una entrevista que le hicieran en el marco del evento, Edmundo dijo otras cosas. Si sus compatriotas en la Isla accedieran a ese video, lo cual es dudoso, podrán llegar a muchas conclusiones sobre el sistema en el que viven tomando como referencia las respuestas del entrevistado. Por ejemplo, se refirió a Barack Obama como una persona falta de carácter, cosa que según Edmundo puede deberse a la procedencia del grupo al que pertenece el presidente, que se caracteriza por pedir cuatro cosas para que les concedan una. El enfoque, que alterna tonos clasistas con ribetes de racismo hacia el mandatario, no le traerá mayores problemas al ciudadano estadounidense que lo manifestó.  

Sus coincidencias con el lenguaje de La Habana no dejan mucha alternativa a otros puntos de vista. La frustración que siente por el desempeño del mandatario norteamericano se debe al mantenimiento del embargo y la renuencia a decretar de un plumazo la liberación de los Cinco. Según Edmundo esas son las prioridades que Obama debe atender. La economía del país, entre otros problemas, es asunto secundario.  

La situación migratoria no corre mejor suerte cuando pasa ante el estilo alternativo de Edmundo García. Así apoya la negativa de entrada a Cuba de aquellos a los que denomina indistintamente como batistianos, mercenarios, terroristas, narcotraficantes, defensores de derechos humanos y blogueros. Califica la emigración cubana como un fenómeno fundamentalmente económico, sin mencionar el origen político de tal debacle.

La visión que da sobre la llamada deserción de profesionales y deportistas coincide en lo superficial con la del oficialismo cubano. Igualmente niega que Cuba haya devenido un país emisor de emigrantes, algo que contradice el número de representaciones presentes en la reunión habanera.   

Habla de la necesidad de eliminar la famosa tarjeta blanca, pero nada dice sobre el concepto de salida definitiva, que tiene mucho en común con las prácticas del destierro. Este aspecto básico desde el punto de vista de la soberanía personal, los derechos humanos y la facultad inalienable de retornar sin impedimentos mayores a la tierra natal, no ocupa sitio en el “debate equilibrado” que preconiza Edmundo.  

Luego queda eso que llama normalización del emigrante en sus relaciones con la Patria, y que no es otra cosa que el ignominioso permiso de entrada, especie de visa que los nacidos en Cuba deben pedir a las autoridades migratorias de la Isla y que estas conceden a su arbitrio.  

Edmundo manifiesta haber abogado por el regreso de artistas, no reconocidos en Estados Unidos ni olvidados en Cuba. Mencionó a Manolín, pero no aclaró si la intercesión fue dirigida hacia otros de la misma hornada, arribados al exilio. Pienso en Francisco Céspedes, Xiomara Laugart, Amaury Gutiérrez, Carlos Manuel, Tony Cortés o Magie Carlés, por citar algunos. Sería sano confirmar si el acto reconciliatorio al que alude el periodista tendría que pasar por el arrepentimiento, los mea culpa o las declaraciones autocríticas, a las que se refiriera negativamente en sus declaraciones del 2008. 

El encuentro habanero cerró sin muchas perspectivas de cambio, al menos para la comunidad cubana en el exterior. No obstante hay que destacar que allí se reconoció una realidad. La pincelada objetiva vino en las palabras de uno de los organizadores, al manifestar que los cubanos residentes en el exterior son parte esencial de la nación cubana. Una verdad irrefutable que no admite términos medios ni condicionamientos.  

El exilio es mucho más que una fuente importante de recursos financieros. Su conjunto significa el aporte más grande hecho desde la libertad a la cultura, el pensamiento político y económico de nuestro país. El caudal científico, comercial, técnico, artístico, deportivo o académico acumulado en estos años de expatriaciones, escapes y emigración, será esencial para reconstruir el entramado nacional, seriamente dañado por décadas de gobierno arbitrario y excluyente. Esa es la alternativa que Edmundo parece omitir.  

 





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