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¿Adónde va el Konsomol?

Luis Cino

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Recuerdo mis años de estudiante, asediado en las sesiones de tortura de los análisis de grupo por los murciélagos chismosos y chivatones de la Unión de Jóvenes Comunistas, que medían el largo del pelo, lo estrecho de los pantalones, la música que oíamos y averiguaban al mismo tiempo con quienes andábamos, nuestra participación en los trabajos voluntarios y las actividades políticas. Era bastante  fácil entonces (aunque costoso a mediano plazo) evadir ser propuesto para la Juventud. Bastaba alegar que uno no se sentía suficientemente apto para semejante responsabilidad. Una vez no bastó con eso, y en pose de Fray Luis, salté al vacío y confesé  que tenía creencias religiosas. ¡Para qué fue aquello! 

Más de 30 años después no dejan de chocarme los llamados desesperados que hacen dirigentes de todas las tallas en pos del crecimiento de la UJC. ¿Será que ya no hay que ser modelo de nada, sino trabajar como un mulo y mantener una lealtad sin chistar, a prueba de cualquier cantidad de hambre y calamidades?  Aunque no es poca cosa lo que piden, ¿se habrá vuelto tan sencillo convertirse en militante de la sección juvenil del Partido inmortal y de hierro, vanguardia de la sociedad?  

Ante la apatía generalizada de los jóvenes y los raquíticos crecimientos de la organización, los mandarines ya no son tan exigentes. Como diría Cheo, “cualquiera les viene bien para su gozadera”.  

El Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, José Ramón  Machado Ventura, que presidió la asamblea municipal de la UJC en Las Tunas, afirmó: “Para crecer no se necesitan orientaciones de arriba. No hay que pedirle permiso a nadie. Aclaro que no es crecer por crecer, pero estamos convencidos de que hay jóvenes de calidad que no están en la UJC”. 

Según el informe central de la asamblea, la UJC en Las Tunas apenas creció un 4,2 %.  
El  Vicepresidente, con bríos dignos de mejor causa, impensables en un octogenario, recorre por el país los plenos y asambleas de la Juventud Comunista, en vísperas del congreso de la organización. Sus arengas llaman al optimismo y la combatividad. Asegura que “no hay problemas” y que los futuros dirigentes, que reemplazarán a los históricos, están por dondequiera. 

El problema es que no se ven aparecer por ningún lado. Tal vez estén ocultos en los surcos o detrás de los bueyes. ¡Majasear, qué horror! 

Para complicar más el panorama, se escuchan planteamientos que, como las canciones de Silvio, la carta de Retamar y las cucarachas de Favelo, se prestan a confusiones. 

En una reciente entrevista al periódico Trabajadores, el canciller Bruno Rodríguez (apenas un pepillo dentro de los parámetros geriátricos del régimen de sucesión), declaró que hay que respetar las edades de la juventud y no exigir responsabilidades que no les correspondan. Cambió su cara de “yo no fui” bitongo de Miramar para afirmar que los jóvenes deben decir lo que piensan y defender sus planteamientos con honestidad. 

Por mi parte, me cuesta trabajo imaginar una asamblea de la UJC donde se digan unas cuantas verdades con algo que se parezca un poco a la honestidad. 

En la asamblea de la UJC en Sagua La Grande, Las Villas (según el diario Juventud Rebelde), un militante nombrado Dayron González Lima afirmó: “Los jóvenes necesitamos preparación si queremos comprender con claridad hacia donde apuntan las cosas y qué raíces tienen los problemas”. 

Y pregunto: ¿Y cuando asomen las dichosas raíces, que por supuesto estarán torcidas, entonces qué, mi chiquitico? ¿Te abrazarás a ellas y jurarás fidelidad eterna?

luicino2004@yahoo.com  

 




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