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Bailar en la cuerda floja

Jorge Olivera Castillo. Sindical Press

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - El socialismo cubano ha logrado desafiar la fuerza de gravedad. Lo hizo y lo hace encima de la cuerda floja. Poco importa el grado de las oscilaciones, ni la concurrencia de otros percances. El asunto es que se las ingenia para mantener a raya el mortal resbalón o la pisada en falso. Ahí está, más viejo y anquilosado, pero aún con la disposición de continuar ejercitando el equilibrismo y nuevas piruetas que despejen las dudas sobre una merma en las habilidades o rumores de jubilación.

Fallan los más atinados pronósticos. Nadie acierta, ni con la ayuda de los renovados manuales de la lógica. La pisada en el vacío y el descenso fatal son viejas imágenes colgadas en el museo de las ilusiones.

Ni los estremecimientos producidos por el derrumbe del campo socialista en la década del 80 del siglo XX, ni las meteóricas ráfagas de la actual crisis mundial, han alterado sustancialmente el acto de gobernar desde la improvisación, la hábil manipulación de los fenómenos psicosociales, el uso indiscriminado de la fuerza tras los muros del nacionalismo y la solidaridad con los sectores más pobres del Tercer Mundo, el absoluto control económico por parte del Estado y la ausencia de factores políticos e institucionales que determinen, regulen y protejan los derechos y deberes de gobernantes y gobernados.

La constante violación de preceptos constitucionales por parte del poder, avala tanto su ilegalidad como su carácter despótico, al constatarse el tiempo transcurrido en el ejercicio de sus prerrogativas.

En el curso de su año 51 al frente de los destinos de la nación, el partido comunista no acepta el relevo. Insiste en prolongar su estadía a pesar de los consejos de amigos, críticas de adversarios y realidades que contradicen un discurso ingenuo y mediocre, hecho con el alfabeto de la irresponsabilidad y la inspiración que viene con el velo de las bajas pasiones.

Es redundante volver a señalar la falta de voluntad de la nomenclatura para romper con un ciclo de errores y excesos que de hecho constituyen su razón de ser.

La preeminencia del elemento circunstancial en detrimento de la racionalidad en muchas de las soluciones a tomar, los frenos a una descentralización en el plano económico y la negativa a una paulatina e irreversible liberalización de las fuerzas productivas, tienen garantizada su continuidad bajo el liderazgo de Raúl Castro.

A lo único que se atreven es a llevar a cabo una especie de cambios más cercanos a un performance que a un proceso de renovación serio con el cual alcanzar los puertos de la productividad y las riberas de la democracia.

El Presidente de Cuba no quiere arriesgarse demasiado. Se sabe que no posee las habilidades de su antecesor. Además, la cuerda sobre la que camina a sus 78 años no tiene la misma consistencia y está situada cien metros más arriba. 

Ha iniciado la marcha con cautela. Parece inseguro. La idea de un accidente se visualiza entre la inercia, el encallamiento en los pantanos residuales de la ideología marxista-leninista, el reforzamiento de la burocracia y otros pilares de un sistema en el límite de sus posibilidades.

La creencia de que la era democrática tenga que nacer de una pisada en el aire a pocos centímetros de la cuerda, es válida.

Ese hipotético acontecimiento sería una consecuencia de décadas bajo el estigma de caprichos, oportunismos, arrogancia, artera manipulación de los sentimientos de la ciudadanía y abuso de poder.




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