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Talleres literarios

Frank Correa  

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - La historia de los talleres literarios en Cuba se remonta a los años setenta, cuando el recientemente creado Ministerio de Cultura intentó masificar la creación literaria bajo la égida del realismo socialista. Consistía el taller  en analizar en público las obras leídas por los propios autores, y un tribunal compuesto por escritores avezados se encargaba de someterlas al escrutinio. 
Eran concursos plagados de compadreo y extremismo. Los miembros del tribunal despedazaban cuentos y poemas con desenfreno, mientras elogiaban otros  de  menor calidad que proponían para premios.  

También se volvió costumbre de los jurados disertar sobre literatura, mostrando erudición extravagante, con alusiones continuas a obras clásicas que se avenían al tema. Por ejemplo, si la obra hablaba de un ahorcado, recordaban el cuento Un suceso en el puente del riachuelo del  búho, de  Ambrose Bierce, poniendo en desventaja el texto leído. O si se hablaba de una mujer adúltera, rápidamente aparecía Madame Bovary, dejando sin opciones al joven escritor.  

Miles de obras literarias se malograron con la mala y la buena crítica, resultado de estos experimentos que durante decenios  funcionaron como antesala para publicaciones y la jerarquía intelectual que abriga hoy a las figuras prominentes de la cultura cubana. 
Era costumbre de los organizadores de estos concursos escoger de antemano al vencedor, quien se quedaba al final del certamen con los jurados para agradecerles. Los demás concursantes salían cabizbajos, atónitos, creyéndose los peores escritores del planeta.  

Al salir  a la calle, convencidos de que sus textos no valían un centavo, muchos rompían las hojas con una mezcla de rabia y pesadumbre. Muchos de estos frustrados aprendices de escritores abandonaron para siempre la literatura. No estoy seguro, pero puede  que alguno se haya suicidado al  regresar a casa.




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