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A propósito del perfeccionamiento empresarial en Cuba

Vicente Escobal

LA HABANA, Cuba, agosto, www.cubanet.org  -En la base de todo sistema económico subyace  la siguiente interrogante: ¿Quién  ha creado la economía?   En Cuba esa pregunta se sustituye por  ¿quién la ha destruido?

Si antes de 1959  la gestión empresarial cubana enlazaba creatividad y eficiencia, en el actual proceso de  una realidad destructiva  esa conexión se ha reducido sencillamente a la anarquía.

El principio elemental de  que el éxito del  mercado comienza por el cliente fue desestimado ante la irracional creencia de  que la naturaleza del  sistema político reemplazaría la dinámica de la economía. 

La historia de  la empresa estatal socialista cubana, como todo lo que reclama grandeza y heroísmo, está llena de  retrocesos, rupturas, paradojas, repentinas paradas y muy pocos arranques. Es una historia difusa,  juzgada como tal por sus propios promotores.

El  tradicional modelo del  auténtico administrador que guiaba su negocio e introducía novedosos cambios en su mente y en la gestión productiva, dejó de existir en Cuba.  La autonomía empresarial cedió su lugar a una mentalidad de  ordeno y mando propiciadora de una dañina centralización, un enrarecimiento de los sistemas productivos, un desinterés por la honradez  laboral y un nocivo cinismo a la hora de enjuiciar el  valor ético del  trabajo. La economía cubana aprendió a ser incompetente, desordenada, burocrática y dependiente  de experiencias foráneas astronómicamente alejadas de nuestra idiosincrasia, algo que convirtió a Cuba  en el país de  las eternas dificultades.

Las virtudes de aquel extinto modelo ahora pretenden rescatarlas a través de un alucinante proyecto de  perfeccionamiento empresarial que trae implícito, según sus autores, “un nuevo concepto de gestión”.

Es oportuno recordar que las empresas cubanas padecen no sólo de deformidades de dirección: las hay de ideas, de estilos, de métodos dignos de  un análisis que no debe  bordear el superficial cliché de  un estéril afán de criticar por no compartir las propuestas del sistema político que sustenta y promueve tales descalabros.

Primero hay que enseñar a los empresarios cubanos  que quiere decir  "propiedad privada",  y a los trabajadores cómo ejercer sus derechos.  El perfeccionamiento empresarial cubano es postulado desde una perspectiva centralizada que pretende dejar  ilesos al  resto de  los factores políticos, sociales,  laborales y jurídicos que proponen el reemplazo de  la economía por el de la obediencia, en el cual los variados elementos de  las relaciones interpersonales se rebajan a la necesidad de cumplir una meta u obtener un certificado de buen comportamiento político.

Ese  perfeccionamiento se perfila con resonancias utópicas y exageradamente positivas y,  sobre todo,  muy superficiales,  porque una auténtica reforma de la economía cubana podría cambiar la perspectiva política de  la nación  y de  los individuos. La autonomía económica trae aparejada la independencia política e ideológica y eso lo saben muy bien los creadores del  publicitado perfeccionamiento. Cuando el proletario se convierte en propietario se opera el milagro de  la creatividad,  la eficiencia, el deseo de  hacer mejor las cosas. Se produce un rompimiento definitivo entre lo que me imponen y lo que yo soy capaz de crear.

Los cambios, cuando son efectivos, profundos y perdurables,  son dolorosos,  pero parece que los planificadores y burócratas cubanos no están dispuestos a soportar  tormentos propios. El modo  de pensar  que los llevó al descalabro de  los finales del siglo XX,  los conducirá al fracaso en los umbrales del siglo XXI.

Personalmente  asumo el perfeccionamiento empresarial cubano  como una sutil reapropiación de espacios perdidos y  el  preámbulo de  una sombría estratagema.

Si hace algunas décadas  la Unión Soviética y sus satélites de la Europa del  Este  no lograron impulsar la economía cubana dejando solo rastros de  una  tecnología obsoleta y un ineficiente sistema de gestión empresarial, es razonable pensar que Venezuela tampoco podrá lograrlo.

El ajuste de  plantillas y la  reducción de los recursos humanos  nos indican claramente lo desatinado que resultó aquel proyecto mediante el cual se pretendió alcanzar el pleno empleo sin tomar en consideración las capacidades productivas, las disponibilidades de recursos materiales y la tecnología instalada en las diferentes entidades  productivas y de servicios. Fue una burda reproducción de la estrategia laboral aplicada en los ex países socialistas. Los resultados son claros y dramáticos: del   irreal pleno empleo al  real pleno desempleo.

Imaginar es un modo de ofrecer a los demás y a uno mismo su propia versión de  la realidad. Lo que escribimos de  Cuba,  por ella  y para ella, es el ejercicio de  un derecho a vulnerar civilizadamente el silencio que intentan imponernos, a vaciar espacios de complicidad y a ofrecer, en calidad de modestos servidores,  nuestra propia visión.

Los intentos por  perfeccionar la economía cubana tienen sus orígenes en la década de 1970, cuando el dictador  Fidel Castro lanzó esta consigna: “Sera nuestro deber en los próximos años llevar la cuenta minuciosa de los costos y los gastos…..y los errores de idealismo que hayamos cometido en el manejo de la economía saberlos rectificar valientemente”.

No hubo errores de  idealismo, señor Castro. Usted se propuso fría y  deliberadamente destruir los cimientos sobre los cuales se sustentaba la economía cubana.   Usted pretendió –  y lo ha logrado – convertir a Cuba en su hacienda privada  y a los cubanos en  vasallos disciplinados y fieles.

Para usted, señor Castro, lo único realmente importante ha sido mantener el poder y la represión.  Usted no se ha preocupado  por perfeccionar la economía cubana. Todo cuanto ha hecho ha sido con el exclusivo propósito de obtener para usted y sus cómplices  privilegios e inmunidades. A usted no le interesa la felicidad ni la prosperidad  del  pueblo de Cuba al que ha condenado a  la más infame subordinación.

Usted, señor Castro, es el autor intelectual y material de  la tragedia económica, política, moral, existencial, cultural, social y ética que afronta ese pueblo inmovilizado por su insaciable avidez  de  poder.   Usted es, además,  un perdedor.  Sobre los escombros de  su conciencia pesan las vidas de  infinidad  de cubanos.  Unos, muertos por seguir sus enfermizos  designios. Otros,  por combatirlos.

Y somos precisamente nosotros, los que  hemos luchando contra usted,  Señor Castro, quienes nos elevamos como presagios de un nuevo realismo que irrumpe en la sociedad cubana y que pre-anuncia para todo cuanto usted organice o diseñe,  incluso desde  su  lecho de  muerte, una rotunda derrota.




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