El
Gobierno de Raúl Castro se atrinchera. Como en los viejos
tiempos, se enroca ante lo que considera una "descomunal
campaña de descrédito contra Cuba" con la excusa "hipócrita"
de la situación de los derechos humanos. Frente a la lluvia
de condenas internacionales, la receta y la medicina oficial
es tan antigua como la revolución: "parapetarse"
y resistir.
El presidente cubano lo dijo el domingo bien alto y sin medias
tintas: ni va a ceder a las peticiones del opositor Guillermo
Fariñas, en huelga de hambre y sed desde hace 40 días para
reclamar la libertad de 26 presos políticos enfermos, ni se
"doblegará" a las exigencias de Estados Unidos y
Europa.
"La vacilación es sinónimo de derrota. No cederemos
jamás al chantaje de ningún país o conjunto de naciones por
poderosas que sean, pase lo que pase", aseguró Castro.
"Si pretenden acorralarnos, sepan que sabremos parapetarnos",
fue la advertencia, dirigida a los que pretenden "arrodillar"
a la revolución.
La clausura del IX Congreso de la Unión de Jóvenes Comunista
fue el escenario elegido por el mandatario para fijar su posición
sobre esta crisis, que se mantiene abierta debido al ayuno
de Fariñas y de otros dos opositores; también sobre otro asunto
de emergencia, la economía, donde se juega "la supervivencia
misma de la revolución", admitió el general-presidente.
Tras casi tres años de espera por las transformaciones "estructurales
y de concepto" que anunciara Raúl en 2007, y con el mar
de fondo de la desastrosa situación económica y las demandas
de cambios de gran parte de la población, el mandatario, de
78 años, entró en el asunto caliente de los derechos humanos
nada más comenzar su discurso: "Celebramos este Congreso
en medio de una de las más feroces y concertadas campañas
mediáticas contra la revolución cubana en sus 50 años de existencia",
dijo.
Añadió que la "campaña" está "organizada,
dirigida y financiada desde los centros de poder imperial
en Estados Unidos y Europa", y pretende desprestigiar
a la revolución "enarbolando hipócritamente las banderas
de los derechos humanos". Castro reiteró la posición
oficial de que Orlando Zapata ? fallecido el 23 de febrero
tras 85 días en huelga de hambre? no era disidente sino un
simple "delincuente", procesado "en 14 causas
por delitos comunes". Lo mismo dijo de Fariñas, y de
ambos aseguró que se les ha manipulado y alentado en sus ayunos
con el objetivo de convertirlos en centro de una campaña propagandística
contra la isla.
Según lo expresado el domingo por Castro, el caso Fariñas
tiene mal pronóstico: "Se está haciendo lo posible por
salvarle la vida, pero si no modifica su actitud autodestructiva,
será responsable, junto a sus patrocinadores, del desenlace
que tampoco deseamos".
Hasta las últimas consecuencias
Fuentes de la disidencia interpretaron estas palabras como
una evidencia de que "el régimen ha decidido ya que va
a dejarlo morir". "Están dispuestos a asumir las
consecuencias, pero no van a ceder", coincidieron varios
activistas. Fariñas, ingresado desde el 11 de marzo en una
sala de terapia intensiva del hospital provincial de Santa
Clara, donde recibe tratamiento médico y alimentación por
vía parenteral, ha insistido en que seguirá con su protesta
"hasta las últimas consecuencias" si lo presos enfermos
no son liberados.
Raúl Castro no hizo concesiones en ningún momento. "No
nos quitan el sueño las actuales escaramuzas de la ofensiva
de reacción internacional", aseguró, denunciando que
la "gran prensa occidental" ha "estrenado una
nueva modalidad de implacable terror mediático contra los
líderes políticos, intelectuales, artistas y otras personalidades"
que en el mundo defienden las posiciones de Cuba. En todo
momento Castro quiso demostrar firmeza. "Este país jamás
será doblegado por una vía u otra; antes prefiere desaparecer
como lo demostramos en 1962 [durante la crisis de los misiles]",
enfatizó.
El mensaje esta vez no sólo era para su tradicional enemigo.
Ahora a la hostilidad de Washington se suma el "boicot
que entraña la ultrajante Posición Común, que se mantiene
intacta gracias a las presiones de algunos países y fuerzas
reaccionarias de la Unión Europea". Raúl consideró "injusta,
discriminatoria e injerencista" dicha política, que condiciona
las relaciones con Cuba a la mejora de la situación de los
derechos humanos y la evolución democrática en la isla. A
su juicio, lo que en verdad pretende es "un cambio de
régimen, o lo que es lo mismo, la destrucción de la revolución".
Todo el mundo a las trincheras, podría ser la consigna, como
en los viejos tiempos.
Sobran un millón de funcionarios
La muerte de Orlando Zapata y la huelga de hambre que realiza
en estos momentos el opositor Guillermo Fariñas han tenido
amplia repercusión internacional, pero escasa dentro de la
isla. A juicio de diversos analistas, en Cuba lo que realmente
preocupa a la gente y a las autoridades y lo que más puede
desestabilizar el sistema, es la dificilísima situación económica.
En su discurso, Raúl Castro dedicó el grueso de su intervención
al tema, en momentos en que la isla atraviesa una de las peores
crisis de su historia, cuando la escasez y la falta de liquidez
son asfixiantes y el país demanda a gritos un cambio.
Raúl Castro fue directo: "Continuar gastando por encima
de los ingresos sencillamente equivale a comernos el futuro
y poner en riesgo la supervivencia misma de la revolución".
Aseguró que el Estado así no se sostiene y que no puede seguir
con las "plantillas terriblemente infladas", pues
en estos momentos "el exceso de plazas sobrepasa el millón
de personas", según cálculos de algunos analistas.
La población activa de Cuba es de unos 4,5 millones de personas,
por lo que sobran uno de cada cuatro cubanos en edad laboral,
un reto que el Gobierno deberá "de enfrentar con firmeza
y sentido político", dijo.
"Nos enfrentamos a realidades nada agradables, pero
no cerramos los ojos ante ellas", añadió, admitiendo
que hay que "romper dogmas" y "actualizar el
modelo económico", un reclamo generalizado dentro del
propio sistema. Castro dijo "no ignorar" que "algunos
compañeros a veces se desesperan, deseando cambios inmediatos
en múltiples esferas", una constatación de que dentro
del poder hay diversas opiniones sobre qué hacer respecto
al futuro.
Según el presidente cubano, muchas de estas "inquietudes"
se "originan en el desconocimiento de la magnitud de
la tarea que tenemos por delante". Hay que cambiar tantas
cosas y tan complejas, reconoció, que no se puede caer en
el "apresuramiento" y la "improvisación",
ya que en vez de solucionar un problema podría causarse otro
mayor. Sin decirlo, lo dijo: el socialismo cubano está ante
el reto de renovarse o desaparecer, y el gran cambio del modelo
económico debe salir del Congreso del Partido Comunista de
Cuba, pospuesto en varias ocasiones por tal motivo. Sentar
estas nuevas bases económicas, aseguró ante los delegados
de la Unión de Jóvenes Comunistas, "es el mayor y más
importante desafío que tenemos para asegurar la continuidad
de la obra construida en estos 50 años".
|