MADRID.
Viven y trabajan en La Habana. Marco Castillo (1971) y Dagoberto
Rodríguez (1969) forman el dúo Los Carpinteros. Este curioso
nombre remite a sus orígenes, a comienzos de los 90. «No teníamos
nada -recuerdan-. Nos metíamos en casas de gente con mucho
dinero que abandonó Cuba y cogíamos maderas para trabajar».
Su carrera ha sido muchas cosas menos fácil. Han tenido que
lidiar con tantas situaciones límite que hasta han dado clases
de ello en San Francisco. Son la viva imagen de que el drama
agudiza el ingenio y potencia la creatividad. Dice Dago que
el arte es una reacción alérgica a la realidad. Pese a parecer
masoquistas, creen que «cualquier limitación genera adrenalina.
La falta de muchas cosas no necesariamente lastra la creatividad.
Todo lo contrario, puede ser estimulante».
Y a ellos les ha faltado de casi todo. ¿Cuáles son esas limitaciones
para un artista en Cuba? «Sobre todo cuestiones legales, líos
burocráticos de aduanas, materiales que no aparecen... No
es legal comprar madera. Lo que hicimos fue crear una estrategia:
viajar y buscar fabricantes en Brasil, Francia, California...
Por e-mail logramos hacer las obras. Algunas no las hemos
visto nunca. Las fábricas son del Gobierno y no hay manera
de que una fábrica del Gobierno produzca algo para un artista.
Hemos estado tanto tiempo haciendo arte en ese contexto tan
hostil que trabajar con esa ansiedad nos resulta hasta interesante».
A partir del 5 de mayo, Los Carpinteros inauguran exposición
en Ivorypress Art+Books (Comandante Zorita, 48).
¿Tienen algún tipo de ayudas los artistas en Cuba? Aunque
Marco duda, Dago corta en seco: «Que no tío, que no hay. Si
no hay dinero para que viva la gente, ¿cómo va a haber ayudas
para los artistas? La ayuda está concentrada en cuestiones
muy vinculadas al discurso oficial, están más relacionadas
con la agitación política que con el arte». ¿Sin Fidel en
primera línea han notado aires de cambio en la isla? «El futuro
de Cuba está en manos de Alá o de Dios, no de los seres humanos.
Los cubanos se desentienden de la política. En ese sentido
no es un país muy civilizado. La gente no participa en política
de forma masiva». Y eso que creen que «es absolutamente difícil
hacer algo en Cuba sin que sea político».
Crear, «una odisea»
Sus obras están plagadas de juegos, metáforas, humor ácido...
¿Es una especie de escudo de defensa? «Es nuestro instrumental
médico», bromean. ¿Cómo es crear hoy en Cuba? «Si hay una
palabra que lo defina es odisea. La propia situación de Cuba
ha hecho que la cultura se sienta un poco constreñida. Está
como en medio de un ring de boxeo: la cultura se siente acosada
por ambos lados».
¿No sufren en propia carne el fantasma de la censura? «Muchos
artistas tienen un miedo a la censura pero es sólo psicológico,
es autocensura. Nosotros hemos hecho obras bastante explícitas
políticamente y controvertidas, muy críticas, y no han sido
censuradas en Cuba, lo cual ha sido una sorpresa. No son los
artistas los que están pasando un mal momento en Cuba». Pero
sí los presos políticos... «Es muy triste lo que está pasando.
A todos nos ha chocado, me imagino que hasta a los que son
más fieles al régimen. Hemos sufrido algo que no pasaba hacía
mucho tiempo en Cuba. No recuerdo algo tan dramático». «La
gente trata de vincular a esas personas con crímenes vulgares»,
apunta Dago. ¿Se refiere a las declaraciones de Willy Toledo?
«Le digo una cosa... Prefiero no hablar de eso», dice con
rabia. Más adelante sí habla: «Aunque Zapata haya sido un
preso común, un criminal, como dicen algunos, su muerte me
parece lamentable, no debió suceder».
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