LA
posición de Estados Unidos sobre la relación del régimen castrista
con diferentes grupos terroristas y las consecuencias políticas
que ello ocasiona constituyen un marco de referencia extraordinariamente
valioso. España debe estar agradecida por esa posición inconfundible
de Washington en lo que nos afecta más directamente y ha de
extraer las consecuencias de lo que significa que Cuba siga
en la lista de los países que apoyan el terrorismo. Por un
lado, el intercambio de cartas entre la Casa Blanca y el congresista
McGovern demuestra que la Administración Obama no ha tenido
ningún plan para allanar el camino de las relaciones con Cuba
más allá de los intentos de resolver problemas migratorios
que se conocen, y en segundo lugar, que en Washington sí que
se toman en serio el hecho de que haya miembros de la banda
terrorista ETA fuera de control en territorio cubano. Es por
lo menos sorprendente que Estados Unidos se tome más interés
que el actual Gobierno español en un asunto que nos afecta
directamente. Y si el argumento para intentar normalizar las
relaciones de la UE con Cuba era que Obama podría tomarnos
la delantera, ya se ha visto que no hay nada que temer.
Por extensión de este principio, se puede deducir que lo que
está pasando en Venezuela puede acabar teniendo los mismos
efectos. Es decir, que lo que hace el Ministerio de Asuntos
Exteriores buscando todos los pretextos para dilatar la reclamación
del juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, es lo contrario
de lo que hace Washington con Cuba. Venezuela no está en la
lista de países que apoyan el terrorismo, pero las pruebas
que se acumulan sobre la relación entre el régimen chavista
y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) -incluyendo
las que provienen de la Audiencia Nacional- pueden obligar
a la Casa Blanca a cambiar las cosas, a pesar de las implicaciones
económicas que podrían desencadenarse. La cuestión para el
Gobierno español es si está dispuesto a apoyar a Estados Unidos,
si llega el caso, o preferirá seguir ignorando el daño que
causan a la estabilidad de toda Iberoamérica sus atrevidas
relaciones con Hugo Chávez y todos sus satélites.
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