El
crecimiento desbocado de la corrupción es lo que de verdad
amenaza y preocupa al castrismo estos días, hasta el punto
de empezar a verse como el peligro más letal para la revolución.
FERNANDO GARCÍA
Ni la disidencia, ni las condenas internacionales por la
muerte de Orlando Zapata, ni la "feroz campaña mediática
contra Cuba" por ese y otros asuntos. Ni la presente
sequía, ni el riesgo de terremotos, ni los nuevos ciclones
que ya se anuncian. Ni siquiera el embargo económico de Estados
Unidos, mal que bien sorteado en el último siglo. Lo que de
verdad amenaza y preocupa al castrismo estos días, hasta el
punto de empezar a verse como el peligro más letal para la
revolución, es el crecimiento desbocado de la corrupción.
Ya no sólo en la sociedad, sino en los aledaños y en el seno
mismo del poder. Destacados comunistas lo reconocen y advierten
ya con toda crudeza.
Las noticias sobre casos concretos de corrupción en la isla
corren a base de rumores imposibles de verificar, al menos
hasta que, eventualmente, se desarrolla un proceso. Mientras
tanto, todo es opaco e impenetrable cuando de contrastar y
detallar se trata. Sin embargo, de unas semanas a esta parte
y desde dentro del propio sistema han comenzado a surgir inéditas
y muy concretas acusaciones que muchos revolucionarios de
los de toda la vida se pasan por correo electrónico a velocidades
impropias del Caribe y aún más insólitas en Cuba.
La última aportación de la que no paran de hablar en los
círculos de la aquí llamada "izquierda" cubana –léase
socialistas críticos– es el artículo que el académico Esteban
Morales, del Centro de Estudios sobre Estados Unidos de la
Universidad de La Habana, acaba de publicar en la página web
de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. En el texto,
el politólogo, economista y reconocido defensor de la revolución
llega a decir que "la corrupción es mucho más peligrosa
que la llamada disidencia interna, pues esta se encuentra
aislada, carece de programa alternativo y no tiene líderes
reales ni masa". "La verdadera contrarrevolución
–añade– es la corrupción. Porque resulta estar dentro del
gobierno y del aparato estatal, que son los que manejan los
recursos del país". La conclusión es a su juicio esta:
"Cuando observamos detenidamente la situación interna
de Cuba, no podemos dudar de que la contrarrevolución está
tomando posiciones en ciertos niveles del Estado y el Gobierno".
Morales se hace preguntas y pide explicaciones públicas sobre
"informaciones de medios no oficiales" que vinculan
a una corruptela a gran escala la reciente destitución del
general de división Rogelio Acevedo como jefe del Instituto
de Aeronáutica Civil. Acevedo es un histórico que combatió
con el Che Guevara.
Por otro lado, ayer se conoció la muerte en su apartamento
de La Habana, acaecida el martes en circunstancias no aclaradas,
del empresario chileno Roberto Baudrand, representante del
industrial de la misma nacionalidad Max Marambio, ex guardaespaldas
de Allende y hasta hace poco hombre bien relacionado en la
isla. Según el diario La Tercera, de Chile, Baudrand estaba
siendo investigado en Cuba por corrupción. Ni la embajada
chilena ni La Habana lo confirmaron.
Raúl Castro declaró hace diez días que, "sin un firme
rechazo social a las ilegalidades y manifestaciones de corrupción,
no pocos seguirán enriquecidos a costa del sudor de la mayoría,
diseminando actitudes que atacan directamente a la esencia
del socialismo". Fue una pequeña muestra de la inquietud
que atenaza al líder cubano. Su hermano Fidel ya lo dijo en
el 2005: "Esta revolución puede destruirse por sí misma.
Los que no pueden destruirla hoy son ellos (el enemigo); nosotros
sí, y sería culpa nuestra".
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