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Los alfareros

Reinaldo Cosano Alén, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - ''Los alfareros, con trabajo tan minucioso y agotador, no podemos emplear ayudantes. Está prohibido. Realizamos el proceso solos: amasar el barro, crear la pieza, quemarla en el horno y al final comercializar nosotros mismos. A veces autorizan algún familiar ayudante'', cuenta el alfarero José Luís Rubí, residente en El Cano, provincia La Habana. El material con que trabajan deben comprarlo en el mercado negro.

''Si se agota la arcilla de tu patio, o necesitas más, tienes que comprarla a escondidas a quien tenga y contratar el camión u otro vehículo para llevarla a tu taller. Si alguna autoridad sorprende al transportista, le pueden decomisar la carga y el vehículo. La leña la compramos a particulares, recogida a veces en los basureros''.

Los ceramistas encaran otro problema: realizar la doble función de productor y vendedor. El intermediario está prohibido.

''Tantas trabas conducen a cometer ilegalidades, porque todo es ilegal. Hay quienes van a los tejares a comprar para revender. Compran a precios bajos y revenden a ceramistas con licencia comercial. Éstos, a su vez, revenden las piezas como si hubieran sido producidas por ellos. A veces piden no marcar la pieza o que pongamos su firma para venderlas como propias. Nos disgusta, pero ¿qué podemos hacer si queremos vender? Por supuesto, hay menos ganancia para el que vende las tejas'', dice Rubí.

El gobierno impone que las chimeneas de los hornos tengan más de cuatro metros de altura para que el humo no moleste a los vecinos.

''Es razonable. Las industrias que produzcan humo no deben estar en las poblaciones; sin embargo, no nos venden materiales para ampliar o arreglar las chimeneas. Pedimos al Poder Popular el arrendamiento de terrenos para instalar los tejares, pero no atienden la petición. El Estado controla casi todas las tierras del país''.

“Han aumentado en tres ocasiones los impuestos a los alfareros, eso perjudica a los ceramistas. No podemos ampliar la producción, a pesar de que existe la demanda, ni aumentar nuestros ingresos honradamente. Hay que comprar a sobreprecio. Ganamos apenas para la subsistencia familiar”.

El Cano es un pueblo de tradición alfarera desde los tiempos coloniales. Los primeros alfareros, con sus familias, llegaron de Canarias y trasmitieron a sus descendientes las técnicas milenarias de trabajar el barro.

Cosanoalen@yahoo.com 



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