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Cuba requiere decisiones audaces

Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - El desastre nacional demanda decisiones audaces con medidas renovadoras. Sin embargo, el Presidente parece debatirse en serias contradicciones. Hace casi tres años reconoció la urgencia de cambios, la existencia de prohibiciones absurdas y, sobre todo, la necesidad de estimular el trabajo y la producción. Sus generales y subalternos dominan todos los sectores claves y dan señales de propiciar la apertura económica, pero siguen con la brida apretada.  Raúl Castro se parapeta tras macerados prisioneros de conciencia y políticos, indefensos opositores pacíficos y supuestos enemigos externos.

El General se repliega estrepitosamente, abandonando su inicio de mandato con pensamiento realista, y parece  arrellanarse en la seguridad de su entorno familiar. El estrecho círculo lleva a algunos a cuestionar si existe realmente un grupo de incondicionales, incluso entre los históricos, que responden a Fidel Castro o personas con sus propias ambiciones de poder y sucesión. 

Las defenestraciones en los altos niveles, aderezadas con investigaciones por corrupción y los comentarios callejeros, que en Cuba sustituyen a las informaciones oficiales y la crónica roja, hablan hasta de prisión domiciliaria.  Si generales, ministros y cuadros del Partido Comunista durante decenios, han perdido la confianza de la máxima dirección por actuar a su cuenta y riesgo, su irradiación clientelar hacia los niveles intermedios y bajos conforma una debacle inmensa. Es la pérdida de moral y el sálvese quien pueda de los regímenes en fase final. Parece escenificarse la piñata sandinista o los preparativos de los grandes empresarios rusos.  

El congreso de la Unión de Jóvenes Comunistas y todo el proceso de asambleas preparatorias evidenciaron escandalosamente que el futuro de Cuba clama por otro sistema. Los jóvenes, termómetro de toda sociedad, se resisten a ser vapuleados por dirigentes impuestos, sin prestigio, poder de decisión, programa de cambios ni dispuestos a liberar las potencialidades que permitan una vida digna, creativa y próspera. No quieren ser miembros de la UJC. Pero los cuadros machacaron las viejas consignas para mover la oxidada noria y lograr ascensos.

Raúl Castro utilizó la tribuna del congreso para “parapetarse”.  Como él expresara: “la vacilación es sinónimo de derrota”.  ¿Acaso las dilaciones permanentes del General no son vacilaciones? ¿Por qué se repliega cada vez más? Debilidad demuestra su posicionamiento tras el parapeto de la supuesta subversión y agresión extranjera. Sus enemigos están mucho más cerca, quizás a unos pasos. Porque quienes ostentan grandes responsabilidades no osan expresarse por pánico a ser otros Ochoa, de manera que muy difícilmente conoce quién es quién y dónde está cada cual. Muchos deben sentir la impotencia de no poder estar a la altura de los requerimientos de la Patria y el pueblo, y también los habrá con ambiciones de provecho personal.

El Presidente reconoció una vez más que “sin una económica sólida  y dinámica, sin eliminar gastos superfluos y el derroche, no se podrá avanzar en la elevación del nivel de vida de la población”. No obstante, añadió: “No ignoro que algunos compañeros a veces se desesperan, deseando cambios inmediatos en múltiples esferas. Debemos evitar que por apresuramiento o improvisación, tratando de solucionar un problema, causemos otro mayor”. Ofreció  más sacrificios y desempleo para más de un millón de cubanos, e inmediatamente los convocó al gran desfile del 1 de mayo. Bien se cuidó de no ordenar previamente el anuncio sobre quiénes quedarían sin trabajo, para garantizar que los timoratos  vayan a caminar las calles nuevamente, procurando evitar que la no asistencia marque su despido. 

Los augurios de represión despiadada contra la pacifica oposición interna, que enfrenta con sus ideas todo el poder de la bien armada y entrenada policía política, y la reiteración del desprecio por la vida humana renuevan las circunstancias de la Primavera Negra de 2003, con su correspondiente amenaza a todo el pueblo para mantenerlo dócilmente explotado. 

La situación para las autoridades es mucho más complicada ahora, porque los cubanos ya no creen en las promesas de cincuenta años y las dilaciones del General. La comunidad internacional ha despertado de las ilusiones de negocios y cambios democráticos. Las diatribas del Presidente pretenden ganar tiempo para  envejecida revolución, tan desgastada como sus ancianos dirigentes.




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