Nelson Núñez Dorta
QUERÉTARO, México, abril, www.cubanet.org -Como un intento de blindaje ante la más mínima sugerencia de transformación, puede interpretarse el discurso que el Segundo Secretario del PCC dirigió a los representantes de una avejentada organización juvenil, definida como, “el más fiel relevo de la generación del centenario”, pero a la que aun no se le permite cumplir su misión de “relevar” y mucho menos hablar de cambios.
Resulta incomprensible que, después de medio siglo de preparación político- ideológica para ser merecedores del ansiado ascenso, los ya veteranos “jóvenes” deban continuar aguardando y confiando en esa gerontocracia que se atrinchera en el poder, cada día con más obstinación, y los paraliza explicándoles que necesitan todavía más preparación para ser cuadros más capaces.
Por las palabras de Raúl Castro podemos inferir, sin lugar a dudas, que únicamente la desaparición física de la llamada dirigencia histórica facilitará un cambio real en la errática dirección del fallido experimento cubano.
Las nuevas generaciones, y las ya no tan nuevas, si no se imponen, tendrán que continuar esperando para asumir su propio destino, pues la “dirigencia histórica” no confía en ellas para poner en sus manos ese engendro al que llaman “proyecto social”, controlado por una pequeña e impenetrable cúpula desde hace medio siglo.
La autodestrucción de la quimera conocida una vez como Revolución cubana ha pasado el punto de no retorno y para sus viejos dirigentes la prioridad ahora es emplearse a fondo para retrasar al máximo el conteo regresivo, para no aceptar, en vida, su responsabilidad en tan colosal fracaso. Fracaso que, por sus palabras, sabemos que reconocen, pero, con sus acostumbradas artimañas y absoluta desfachatez, tratan de atribuir a causas ajenas a ellos. Quieren eludir su responsabilidad por la insostenible situación en la han sumido a la nación cubana.
La apatía de la población ante los reiterados llamados de sus gobernantes resulta innegable. El llamado se pudo escuchar nuevamente, esta vez con más premura: “hay que combatir y enfrentar enérgicamente la apatía política, la desobediencia a las leyes, el consumismo y la desmovilización, contrapuestas con el socialismo” , esa fue la arenga lanzada, por una dirigente “juvenil”, que bordea los cuarenta años. La arenga va dirigida a los miembros de una organización que, día a día y de forma vertiginosa, pierde representatividad y poder de convocatoria entre los jóvenes cubanos, convertida desde hace tiempo en una pasiva caja de resonancia de la dinastía castrista.
El discurso de Raúl Castro evidencia lo irreversible de la crisis, cuando se queja de la falta de obreros para la construcción, la agricultura y las industrias, la falta de maestros y también de personas que quieran integrar el impopular cuerpo represivo en el que se ha convertido la policía nacional. El rechazo a las ofertas de trabajo del gobierno indica la total ausencia de estimulación de la fuerza laboral, en un sistema donde el trabajo no se valora como fuente de riquezas y los salarios no satisfacen las más elementales necesidades.
Algo en extremo delicado, que no se debe pasar por alto, es el reconocimiento por parte del General de que existen en la actualidad - han existido prácticamente desde el surgimiento del régimen- cientos de miles, quizás más de un millón, de empleos innecesarios o plantillas infladas . Esos trabajadores que sobran y que se ubican dentro de las esferas empresariales y presupuestadas, seguramente forman parte del inmenso ejército burocrático creado por el propio sistema para “organizar, supervisar y controlar” a los que intentan producir alguna riqueza. Ese inmenso monstruo, tiene su Frankenstein y Castro no puede culpar de su creación a los “centros de poder imperial” del Norte o Europa. Tampoco puede culpar a fuerzas y conspiraciones externas del desastre agrícola y de la apatía de una sociedad ocupada, por encima de todo, en lograr la satisfacción de sus necesidades más perentorias.
Ese inmenso desastre económico debe ser enmendado, pero la dogmática y desgatada dirigencia cubana no sabe cómo. Para lograrlo son indispensables cambios fundamentales en la economía y permitir la tantas veces negada, vilipendiada y reprimida, iniciativa privada. Implementar esos indispensables cambios, representaría el colofón del fracaso del dogma del control estatal sobre las fuerzas productivas y los medios de producción; la esencia misma del proyecto castrista.
La vieja casta no se anima a tomar decisiones y hacer los cambios, pues sabe que conllevarían irremediablemente la pérdida de ese poder absoluto que es lo único que en la actualidad les garantiza su existencia. Tratan de ganar tiempo pidiendo calma ante el rosario de problemas y carencias que agobia a la población.
No faltaron en el discurso del General las ofensas, las amenazas y los intentos de desacreditar a los que no se pueden expresar en la isla, a esos dignos opositores pacíficos que no se intimidan y están poniendo en jaque al rey y su séquito.
La histérica arremetida contra el llamado “poder imperial”, que ahora amplían para incluir a Europa, acusándolo de injerencistas y orquestadores de campañas contra la dictadura, evidencia la obstinación y el aferramiento de los Castro que, con la lógica que les impone su avanzadísima edad, luchan por morir en el trono. No aceptan que su pedestal ya no soporta el paso de los años y el peso acumulado de tanta infamia. |