Vicente P. Escobal
MIAMI, Florida, abril, www.cubanet.org -Nunca un opositor cubano ha tenido que ejercer sus ideales en tan difíciles condiciones. ¿Le recuerda algo este pensamiento? Nunca contra un opositor encarcelado se había cometido tal cúmulo de abrumadoras irregularidades. Y este, ¿qué le recuerda? Si por el paso o el peso de los años usted ya ha perdido la memoria, yo se lo voy a recordar.
El 16 de octubre de 1953, a sólo tres meses del asalto al cuartel Moncada y en uso de su condición de abogado, usted asumió su propia defensa ante el tribunal que examinó su responsabilidad por el asalto a esa fortaleza militar, donde murieron o resultaron heridos un número indeterminado de militares y civiles.
Muchas veces me he preguntado, siguiendo el hilo de sus propias ideas, cómo pudo preparar usted su autodefensa habiendo estado incomunicado setenta y seis días en una celda solitaria y sin haber podido siquiera ver el sumario. ¿De dónde obtuvo los medios para preparar su exposición?
Conocido como “La historia me absolverá” su alegato constituye una apología del derecho de los pueblos a la subversión.
Pero ese no es el motivo de esta carta. Si he recurrido a “La historia me absolverá” es porque en ella aparecen algunas ideas que contradicen todo cuanto usted ha hecho durante los pasados cincuenta años, aferrado al poder.
Usted ha privado al pueblo cubano de muchas cosas, no solo del derecho a la subversión. Lo ha privado, incluso, del derecho a pensar. Su distorsionada visión de los procesos históricos, de la naturaleza humana y del sentido de la vida y la libertad está astronómicamente distanciada de las ideas planteadas por usted aquel 16 de octubre de 1953.
¿Quiénes son los hombres y mujeres que en Cuba tratan de ejercer en estos momentos la conquista de sus ideales? Son personas pacificas, armadas de ideas democráticas y propuestas innovadoras. ¿Quiénes son los prisioneros políticos cubanos? No son asaltadores de instalaciones militares, ni terroristas, ni secuestradores. Contra ellos se ha lanzado un cúmulo de angustiosas monstruosidades muy superiores a las que usted tuvo que resistir como consecuencia del asalto al cuartel Moncada.
Usted tuvo la oportunidad de asumir su propia defensa y de contar con un grupo de letrados designados por el Colegio de Abogados para que lo defendieran. ¿Recuerda usted al doctor Jorge Paglieri, decano de los letrados santiagueros?
Los prisioneros políticos cubanos no han disfrutado de esas prerrogativas legales porque usted, con su obstinación, los ha privado del elemental derecho a un proceso judicial neutral e independiente. Más que justicia sobre ellos se ha desatado la venganza.
Durante su encierro en el Presidio Modelo de Isla de Pinos a usted le facilitaron todos los recursos para una estancia placentera. Jamás lo confinaron a una celda de castigo ni lo privaron del derecho a recibir la visita de sus familiares. Eran tantos los privilegios que hasta sus propios alimentos usted elaboraba.
Esas imágenes mostradas recientemente en la televisión donde cubanos arrastran y golpean a sus compatriotas en las calles son, sencillamente, repugnantes. ¿Es así como su régimen pretende defender su ideología? ¿Es esa la expresión de lo que usted mismo calificó como “Batalla de Ideas”? Cuando un gobierno necesita de las turbas para afianzar su poder, cuando un Estado organiza pandillas para reprimir a sus ciudadanos, cuando un sistema político requiere de la violencia para el predominio de sus propuestas, ese gobierno, ese Estado y ese sistema político no son otra cosa que un ultraje, una infamia y una cobardía. El régimen que usted ha impuesto a los cubanos es degradante y consecuentemente indigno de su historia y de sus tradiciones.
La historia tiene como objeto de estudio el pasado de la humanidad. Pero la historia también tiene el propósito de juzgar y castigar. El 16 de octubre de 1953 usted pidió al tribunal que lo condenara porque la historia lo absolvería.
A más de medio siglo de aquella petición yo puedo garantizarle que a usted, Fidel Alejandro Castro Ruz, la historia jamás lo absolverá. |