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Memorias del éxodo

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - La primera semana de abril de 1980 es la más convulsa que recuerda su adolescencia. Estudiaba en el politécnico que ocupaba el edificio del antiguo Candler College, demasiado cerca de un suceso que marcaria la anodina historia de los cincuenta años de monarquía de los Castro: La Embajada del Perú, y después el puente marítimo Mariel-Florida.

Desde los meses anteriores se sucedían los acontecimientos, en los cuales el patrón era la entrada por la fuerza a embajadas latinoamericanas -en especial Venezuela- de ciudadanos que buscaban escapar de la isla. También en los pasillos de la escuela, mientras escuchábamos al grupo The Commodores, se comentaba el arribo de lanchas por las costas de Santa Fe y Jaimanitas para recoger personas listas para huir.

El primero de abril, un grupo de cubanos tomó un ómnibus en combinación con el conductor y lo proyectó contra la cerca de la Embajada de la República del Perú, en 5ta avenida y 72, Miramar, para entrar al territorio de la legación. Los guardias de seguridad dispararon sus fusiles AKM contra el autobús. En el fuego cruzado entre ellos murió el soldado Pedro Ortiz Cabrera.

El gobierno de La Habana exigió la devolución inmediata de los prófugos, mientras Lima decidió protegerlos, conociendo los mecanismos sumarios que establecería la isla. Fidel Castro retiró la protección a la sede diplomática, y se exhortó al que quisiera irse acudiera a dicha sede. Un mal cálculo. En poco tiempo, tras la cerca peruana se hacinaban 10 mil personas, y seguían llegando, de la capital y otras ciudades.

De pronto, como por arte de magia, desaparecían amigos, vecinos, compañeros de aula. Algunos, animados por la euforia, salían en grupo desde la misma escuela o del preuniversitario Manolito Aguiar, de Marianao, con destino a la embajada.
Al tercer día, 5ta avenida fue cerrada. Retenes policiales controlaban los accesos en un radio de un kilometro, mientras el “pueblo enardecido” golpeaba con cadenas y objetos contundentes a los que se acercaban al “cordón sanitario”.

Hay quienes opinan que embriagados por sus victorias militares en África, y por cierta recuperación económica lograda tras el masivo subsidio soviético, los militares no comprendieron los trastornos de la sociedad y de la prioridad de escapar del “paraíso socialista” para muchos ciudadanos. 

Años después, se supo que los servicios de inteligencia del gobierno previeron la situación y estimularon a los emigrados cubanos a recoger a sus compatriotas y familiares en la isla. Fue el comienzo del puente marítimo Mariel-Florida. 

aleagapesant@yahoo.es





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