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Sexualidad al descubierto

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - La historia de Raidel puede ser como la de algún sujeto masculino cualquiera en esta hora cubana. En la medianía de la treintena, casado y con hijos, sonó el campanazo del cambio para él. Si hasta ahora no había sacado el pie fuera del plato del matrimonio, tampoco le habían faltado ocasiones. Sin embargo, muy adentro de él mismo refrenaba un deseo insatisfecho.

Sucede que confianza íntima, relación habitual con su mejor amigo Pedro, juventud, complicidad mutua, viajes compartidos por asuntos de trabajo crearon una interdependencia extendida más allá de los límites de una simple amistad fraternal.
Para ambos, esa relación tan estrecha era como el espacio donde quedarse desnudos por dentro. Cuando se reunían,  cuando estaban juntos miraban el mundo pasar frente a ellos como desde una vitrina. Para ellos, eran momentos de paz y reposo de los trajines cotidianos.

Hasta un día, cuando Raidel visitaba a Pedro, y en medio de un inocente forcejeo por un objeto, uno apretó el cuerpo del otro de cierta manera y cruzaron la frontera entre retozo amistoso y juego erótico. Los dos sintieron al mismo tiempo el aguijonazo del sexo. Era lo que les faltaba.

Así  tuvieron algo más que compartir, primero sin hablar de eso. Aunque pasados los días, sus dos pares de ojos se miraron de una forma diferente. Se encontraban como era costumbre, en los espacios familiares o en espacios públicos adonde acudían a comer o a darse unos tragos, pero una nueva intimidad daba a cada gesto un significado distinto.

Pero Pedro fue más allá. Tuvo sexo ocasional después de salir de una fiesta con una joven vecina. Ella vive sola y desearon continuar el festejo en privado. Pensó que por ser hombre no tenía nada que perder. A los pocos días, Raidel y él planearon un viaje y durmieron juntos según la costumbre. Pedro no habló con Raidel del contacto sexual con la vecina. Ahora, sucedía algo diferente entre ellos.

Un mañana una enfermera de la policlínica se presentó en casa de Pedro para citarlo en la oficina de la Consejería VIH-Sida. La joven con quien gozó de un encuentro sexual después de la fiesta en casa de un amigo común dio su nombre como parte de la cadena de encuentros sexuales recientes. Un examen clínico había revelado que ella estaba infectada con VIH.

Encuentros ocasionales, silencios, falta de lealtad, irresponsabilidad, demasiada confianza, y veinte ideas más, empujaron a dos familias a traspasar los límites del riesgo. Por cada 5 hombres infectados hay 1 mujer en La Habana. Una de las causas de infección de las mujeres es por contacto con su cónyuge, que oculta su bisexualidad u homosexualidad.

Ocurre que también algunos hombres practican el sexo con otros hombres para obtener una remuneración económica de alguna forma. Preferentemente con extranjeros infectados. Además, inexplicablemente en esos y otros contactos desdeñan el uso del preservativo.

La generación joven sufre la falta de espacio para conocerse y los intercambios sexuales. Hace mucho tiempo que desaparecieron las posadas, albergues INIT en una época, moteles de paso. Los encuentros ocasionales están limitados a lugares emergentes.

La falta de sexo entre parejas, sean de la categoría que sea, agudiza la urgencia de un reclamo que se hace insoportable para muchos. A esa hora, la emergencia del desahogo sexual empuja a cualquiera a transgredir los límites de riesgo.

Hoy en día, cuando se habla públicamente de sexualidad, se necesitan espacios para que ese imprescindible componente de la personalidad humana tenga posibilidad de hallar satisfacción.



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