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No valen guayabas verdes

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Es verdad que en Cuba no estamos hoy en condiciones de prescindir de la libreta de racionamiento, debido, entre otros motivos, a nuestra escandalosa pobreza. Pero no menos cierto es, aunque se diga menos, que tampoco el régimen podría eliminar la libreta sin el agravamiento de su ya histórica y crónica incapacidad para abastecer con lo mínimo el mercado de alimentos liberados.

Lo demuestra cada vez que se lanza en alguna tentativa. Pongamos la reciente desregulación de la venta de chícharos y papas, o el intento de ensayar con los huevos.

Los chícharos se salieron de la libreta como Caperucita, solos rumbo a la boca del lobo, y ya no volvimos a verlos. Primero, los acaparadores lograrían su pequeña zafra, comprándolos por sacos, a 3,50 la libra, para revenderlos al doble muy pronto, cuando –como bien previeron- quedara desabastecido el mercado.

Luego tocó el turno a las papas, cuya capacidad de convocatoria en este minuto sólo puede ser comparada con la de las orquestas más populares. Basta con el anuncio de su presencia en cualquier sitio de La Habana para arrastrarnos a la concentración masiva. La diferencia es que hay más orquestas que papas.

Y con los huevos se ve venir el próximo tsunami. Tal vez por ello nuestras autoridades del comercio tratan de escurrir ahora la variante de venta periódica por la libre, pero sin eliminarlos por completo del sistema de racionamiento, no sea que los pobres, que somos mayoría, pierdan el hilo acerca de lo que pensaban aquellos navegantes antiguos cuando dijeron que la Tierra tiene forma de huevo. 

Se trata de un método con ecuación única y funcionamiento infalible: una vez liberado el producto, pasa de inmediato a la categoría de especie en vías de extinción.

No en balde la gente sospecha y comenta que detrás de las últimas desregulaciones se agazapa una nueva incapacidad gubernamental, la de no tener respuestas ni siquiera para el abastecimiento de ciertos renglones normados por la libreta. Entonces los libera para que (presuntamente) se note menos su falta. O para poder cargarle el muerto de la escasez a los especuladores.

Hace unos días se puso jíbaro el pan en los establecimientos habaneros de venta liberada. Las colas eran multitudinarias, en tanto los hornos de las panaderías permanecían oscuros y fríos, como narices de perros.

Al ser entrevistada al respecto para el noticiero de la televisión, una funcionaria de la llamada Cadena Cubana del Pan dio una explicación ridícula. Según ella, no existía ningún tipo de problema con los abastecimientos de materias primas ni con ningún otro aspecto de la industria. Sencillamente –dijo, ante el silencio memo de su entrevistador- los consumidores habían aumentado de pronto su demanda, y esa era la única causa del caótico bache que se registró en la oferta.

En fin, otra vez tiene razón el refranero: cuando el mal es… de la barriga, no valen guayabas verdes.




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