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Invasión 

Yosvani Anzardo Hernández 

HOLGUÍN, Cuba, enero (www.cubanet.org) - En los días en que Vega el farmacéutico pagó la última letra de su farmacia, se desarrollaban los acontecimientos relacionados con la invasión cubana a Panamá, en 1959, y la posterior rendición de los invasores revolucionarios en el pueblito Nombre de Dios. Y recordé esa historia porque al comandante de la expedición compuesta por 95 hombres y una mujer que llegó a ese país centroamericano a bordo del yate Mayarí, para intentar tomar el poder, le llamaban comandante Vega. 

Vega el farmacéutico no imaginaba que poco tiempo después de comprada, su farmacia sería nacionalizada, y él pasaría de dueño a administrador. No tuvieron en cuenta que él fue uno de los que se alegró cuando los barbudos tomaron el poder.  

Pasaron los años y Vega resultó un excelente administrador. Al principio, incluso, llegó a ganar más que cuando era el dueño porque el nuevo dueño, el Estado, tenía tal descontrol que se podía hacer cualquier cosa. A medida que el tiempo pasó, el nuevo dueño que obtuvo su farmacia a la fuerza no mejoró sus cualidades administrativas y por eso disminuyeron los suministros, y con ello las ganancias.  

Vega el farmacéutico envejeció. Hay quien dice que aceleradamente, y almorzaba diariamente en el único restaurante que quedaba en el pueblo. Algo que jamás había hecho porque los precios eran altos. Vega siguió siendo servicial y atento con todo el mundo, pero ahora, además, se le veía alegre, invitaba de vez en vez a otros a compartir su mesa.  

El nuevo estilo de vida duró siete meses, y su generosidad era popular cuando  corrió  la noticia de que el farmacéutico se había ahorcado. 

La autopsia reveló que Vega padecía de cáncer en fase terminal, y esta nueva noticia incrementó el misterio, porque si el farmacéutico estaba muriendo, ¿cuál era la razón de su alegría? Tendrían que pasar quince días para conocerse la verdad. Una auditoría de la fiscalía puso al descubierto que Vega había desfalcado al Estado, y la suma alcanzaba varios miles de pesos. 

Dicen que el rostro del difunto expresaba satisfacción, y en el pueblo todo el mundo reía por lo bajo y por lo alto. Vega el farmacéutico se había vengado, a su manera.  

Por su parte, de Vega el mercenario lo único que he sabido es que junto a sus hombres fue encarcelado un tiempo en Panamá, y que Fidel Castro lo criticó públicamente por su fracaso.  

El mismo mal invadió la vida de estos dos hombres con nombre de plantación de tabaco, pero los afectó de formas diferentes. El farmacéutico tomó venganza de la forma en que muchos lo hicieron luego; el invasor, sin embargo, fue víctima de sus propios errores y debe haber terminado como tantos otros hijos de la traición. 

Los cubanos cambiamos el alma por una falsa ilusión, y perdimos más que farmacias o libertades; perdimos el derecho al lamento, y ganamos el poder de mirar hacia adentro, para sacar al invasor. 



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