Laritza Diversent

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Recuerdo el 31 de julio de 2006. El mayor de los Castro sufrió una hemorragia intestinal y delegó provisionalmente el poder en su hermano Raúl. Ese día me puse alegre. Pensé que se aproximaba el fin. Pero me equivoque. 

Cuando el sustituto tomó el poder, realizó algunos cambios tímidos y superficiales que esperanzaron a muchos. A mí me resultaba difícil confiar. Estaban desviando la atención del pueblo y la comunidad internacional, con transformaciones que no iban al fondo del asunto. 

Ninguna de las reformas significaba un avance hacia el progreso económico. Mucho menos garantías de que no habría retrocesos. No obstante, algunos ingenuos creyeron que llegaban tiempos de mejoría para la población. Y eso era precisamente lo que querían los gobernantes. La dirigencia histórica es vieja y mañosa. Estaban aplicando formulas de distracción. Buscando tiempo para revertir, de a poco, la situación. Y lo lograron.  
Llegó el año 2010. Casi concluyen los dos primeros años de mandato oficial de Raúl Castro. Continúan las promesas de cambio, pero no para bien del pueblo. 

Los errores del sistema y su incapacidad para activar la economía –se dice- no son responsabilidad de los que han administrado al país durante 51 años. Y las cosas siguen iguales. Siempre recurren al engaño para salvar su pellejo. Ahora es el pueblo el culpable de tanto desastre, por esperar con la boca abierta las dádivas de papá Estado. El supuesto debate con el pueblo, se quedó en simples recepciones de quejas. Lamentos a los que no se les ha dado solución.

2009 se fue con una sobredosis de pesimismo. Pase lo que pase, no hay esperanza de mejoría. Habrá cambios, nadie lo dude, pero para dejar intacto un sistema decrépito que asfixia a cada hombre y mujer que vive en esta tierra.

Nuestro papel en las transformaciones se redujo a ser simples espectadores que aceptan lo que venga. Sea bueno o malo, no tenemos otra opción que aguantar. Lo más que podemos hacer es murmurar en los pasillos.

El nuevo año marca el inicio de otra etapa para los cubanos. Se pronostican pasos de retroceso, el doble de hambre y el triple de miseria. Eso es lo único previsible en nuestro incierto futuro.