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No hay carretas en el mercado

Leonel Alberto Pérez Belette

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Cuba es la única nación del mundo donde un campesino podría ser juzgado por lograr una buena cosecha. No se trata de una exageración; se debe a que la economía de la Isla ha devenido un caos organizado quinquenalmente, a partir de trabas impuestas por individuos que priorizan utopías políticas sobre las necesidades del pueblo.

Si un campesino cubano alcanza resultados sobresalientes habrá preguntas que no podrá responder, so pena de ser multado, pasar años en chirona o perder sus bienes materiales. ¿De dónde sacó el combustible para operar su equipo, si el Estado ha limitado al máximo las entregas?  El petróleo, expendido en divisas en los garajes de la cadena CUPET, a 0.95 CUC el litro (aproximadamente 1.20 dólar), no da para limpiar, roturar la tierra, sembrar, regar los terrenos y transportar los productos hacia las unidades estatales de acopio, o hasta los mismos mercados capitalinos. A quien haya laborado en el campo le es difícil tragarse el cuento de que todas estas actividades pueden hacerse, hoy en día, con tracción animal. Hasta el momento, nadie ha visto llegar una carreta tirada por bueyes a un mercado de la capital.

Los viejos camiones utilizados para la transportación de los productos necesitan continuas reparaciones y eso demanda otras interrogantes. ¿De dónde salen las piezas de repuesto y, además, cómo se las arregla el campesino para estar en el campo y al mismo tiempo servir de intermediario? La intervención del campesino en la comercialización de su producción no está autorizada del todo.

La otra variante para el transporte es la entidad designada por el Ministerio de Agricultura, pero el propio gobierno ha reconocido una y otra vez la ineficacia de estas unidades. ¡Pobre del guajiro que se quede esperando a que la empresa de acopio recoja su mercancía!

¿De dónde salió el fertilizante, si el Estado no cubre ni las necesidades mínimas? El gobierno no es ajeno a los procesos de deterioro del subsuelo; las prolongadas sequías en algunas zonas y la sobre explotación son algunas de las causas.

¿Cómo hizo para realizar las tareas de la finca él solo? La subcontratación de personal es un delito, a menos que sea a través de una empresa estatal. Es sabido que los familiares de los campesinos no están necesariamente vinculados al ramo, y ningún jornalero acepta laborar por la mísera paga que ofrecen las entidades estatales. Por otra parte, el trabajo en el surco es duro durante el día; pero de noche no es menos difícil, porque siempre hay pillos y los guajiros necesitan contratar a personal para custodiar, escopeta en mano, las reses y cultivos.

Permanecer en el campo durante la noche es otro problema, porque a pesar de que Raúl Castro autorizó la entrega de tierras a los campesinos, se prohíbe construir viviendas permanentes en ellas. La principal razón para la existencia de esta traba radica en que si las autoridades necesitan recuperar el terreno tendrían que proceder al desalojo de la familia, porque en Cuba la tierra no es heredable, no puede ser enajenada directamente a persona o institución alguna, y la propiedad está sujeta a los caprichos políticos de los gobernantes.

Ya al final de la cosecha surge otro cuestionamiento ¿De qué forma se las arregló el propietario de la tierra para mantener la solvencia, cumplir con los pagos y cobrar? Se ha hecho común que las autoridades, para librarse de pagar antiguas deudas a los campesinos, hagan inspecciones sorpresivas contra aquellos que resultan demasiado eficientes.

Hace unos meses, algunos productores del municipio Güira de Melena, con los que el Estado había contraído compromisos, fueron sacados de circulación acusados de enriquecimiento ilícito. 

Que el régimen, 51 años después, haya descubierto la imperiosa necesidad de la agricultura para su propia supervivencia, y se aferre al timón con gastadas fórmulas inoperantes, no es lo peor. Lo diabólico es que en el desastre nos arrastre a todos, atados de manos. 

La enorme cantidad de trabas impuestas a los agricultores crea muchos problemas y hacen evidentes las contradicciones entre lo legislado y la realidad. Para cualquier guajiro sería muy fácil explicar cómo eliminar la escasez de productos agrícolas. Parece que a los miembros del Consejo de Estado, frente a la recién instalada efigie de Camilo Cienfuegos con la frase “Vas bien, Fidel”, les resulta más difícil.

 




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