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La medianía de las identidades

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - En un periódico de tirada nacional, leí la preocupación de un  lector sobre la necesidad de expresión de nuestra ¿identidad? en las obras musicales producidas en el país. Las que deberían atenerse a lo que yo llamaría un nacionalismo musical.

Eso acicateó mi modesta capacidad de reflexionar –aunque haya quien me califique de inmaduro y otras hierbas, no crea, siempre aprendo un poco- lo que me llevó entonces a pensar en la dirección de cuál o cuáles son nuestras “raíces”.

Desde hace veinte años más o menos, vengo escuchando discernir, interpretar, indagar y pretender definir nuestras raíces.

Lo que sí me parece algo estrecho es adjudicar a la cultura española y a la africana el distintivo exclusivo de nuestras raíces. Suele suceder que la necesidad de sintetizar obligue a encerrar este asunto en los límites de un “abuelo blanco y un abuelo negro”.

Aprehender en conjunto los aportes culturales que se mezclaron para conformar lo que hoy se designa como Cultura  cubana no basta, sino que hay que ir más allá en la profundización y conocimiento real de los hechos  y manifestaciones culturales para deslindar las vías por las que nos llegaron.

Si examinamos la cuestión de nuestras raíces con una visión más amplia, tenemos que partir evidentemente de las causas y efectos que las manifestaciones culturales de diferentes grupos de pobladores ejercieron en el escenario insular.

Una visión multidisciplinaria se hace indispensable para llegar a ese punto. Para ello también hay que examinar los hechos en su individualidad y la existencia de sus protagonistas y el transcurrir de los procesos desencadenados por los diversos factores que incidieron en la formación de los complejos culturales que forman nuestro Patrimonio intangible.

Cuando me refiero a esto último me atengo al desarrollo espiritual de los individuos que forman una comunidad, o que han acordado a priori sentirse identificados en un propio espacio cuyo escenario tangible o intangible lo han ocupado por decisión propia.

Primero, rápidamente, vayamos a las influencias. ¿Hispana? España es un reino formado por diferentes culturas cuyos  complejos culturales (gallego, catalán, vasco, asturiano, andaluz, canario) ejercieron influencias diversas en la mezcla criolla mediante al aporte existencial e individual de los sujetos que encontraron en la isla de Cuba diversos espacios en el escenario insular para el desenvolvimiento de sus actividades.

Tenemos, por seguir en orden tradicional, la influencia africana. ¿Africana o pan africana? Porque según los estudiosos, los esclavos traídos a Cuba pertenecían a diferentes etnias del África Occidental. 

Contamos con los chinos, no solamente los traídos como culíes directamente de la lejana región asiática, sino hay que tener en cuenta la inmigración de miles de chinos venidos de California a finales del siglo XIX y los primeros treinta años de República.

No podemos obviar los efectos del regreso de la inmigración cubana asentada en los EEUU durante las guerras de independencia y los aportes de sus costumbres en ese lleva y trae de hábitos viejos y nuevos. Ejemplo magnífico lo tenemos en la afición a la pelota que hace furor en Cuba.

Ya en pleno siglo XX, la inmigración blanca de procedencia europea se incrementó gracias a una política de puertas abiertas, tierras fértiles baratas y un generoso clima.

La expansión urbana tan notable convirtió a muchos villorrios en poblados decentemente bautizados con una pequeña y mediana industria doméstica floreciente. La que fue producto de, y atrajo aún más a, inmigrantes europeos del Este –judíos de Polonia, Alemania, Ucrania; además de libaneses y sirios-, desperdigados por el afán de huir de los escenarios de guerra.

Así que todo eso se mezcló y nos dejó sus aportes. De estas diversas contribuciones culturales surgió una cultura cubana urbana de carácter ciertamente cosmopolita que hoy, lamentablemente, hemos perdido.

Igualmente, hemos perdido las habilidades desarrolladas por nuestros antepasados para mantener y acrecentar el patrimonio material. Nuestras raíces, examinadas desde este punto de vista, son entonces mucho más amplias que profundas. Hay que hallar una medianía en los complejos culturales que componen la Cultura nacional y en su conjunto incorporarlo a nuestra vida hoy. Quizás de esta forma ganemos más en la comprensión y aceptación de nuestras diferencias.

 




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