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El mensaje de Regla

Adolfo Pablo Borrazá

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Cuando Regla, eufórica y entusiasta, se graduó como técnica de laboratorio y rayos X en la Escuela de Trabajadores Sociales Abel Santamaría, en Santa Clara, para ella no había nada mejor que la revolución, porque pudo estudiar y obtener un título sin que le costara un centavo. Pensaba que ningún gobierno en otro país ofrecía esas oportunidades.  

Su madre, militante del Partido Comunista y presidenta del Comité de Defensa de la Revolución de su cuadra, le consiguió trabajo en un policlínica, con un salario muy bajo, pero con la expectativa de que la enviarían a una misión médica al exterior (decían que a Brasil), lo cual le permitiría solventar gran parte de sus necesidades. Pero la misión nunca llegó.

A pesar de pertenecer a la Unión de Jóvenes Comunistas, sabía que esa organización no le pondría el plato de comida sobre la mesa. En todo caso, el plato y todo lo demás lo ponía su mamá, que tenía un negocio ilegal de repostería. El hecho de ser presidenta del CDR la amparaba para vender dulces sin licencia. 

Regla se dio cuenta que la revolución no era lo que le habían enseñado en la escuela de Santa Clara, ni lo que ella decía a sus amigos. Las oportunidades de trabajo que supuestamente le ofrecerían no eran más que una trampa para engatusarla, debido a la urgente necesidad de de personal en los sectores de la salud y educación. 

Con palabras sobre la revolución, siempre acompañadas de menciones sobre la oportunidad de un presunto viaje al extranjero, llamado “misión en el exterior”, la dirección de la policlínica Abel Santamaría capta a jóvenes como Regla para paliar la crisis de personal creada por el éxodo hacia sectores que reportan mayores ingresos, como el turismo. 

Con su hermoso rostro, su cuerpo escultural y sus sensuales movimientos, la muchacha era blanco de muchas miradas en la discoteca del hotel Deauville. Esas noche reparó en un europeo que la miraba y pensó que aquel hombre sería la ganancia que sacaría de haber invertido su salario del mes en entrar al lugar.

Regla dejó la policlínica, pero no la militancia comunista, porque eso la ayudaría para obtener el permiso de salida. Caridad, su mamá, ya no hace dulces porque le alcanza para vivir el dinero que le manda su hija. Aún es presidenta del CDR, pues nadie quiere el cargo. 

En cuanto tuvo oportunidad, escribió. Regla contó que en el avión con destino a Alemania, su nuevo hogar, se acordó de mí cuando le pregunté:

-¿Dejas tu revolución?

“Aquí –dice Regla en su correo- me siento en un país extraño y ajeno a mis costumbres, pero sin tanta policía, ni tanto blablablá. Soy feliz y tengo libertad. Revalidé mi título y aunque tuve que pagar por ello, gano un salario que me permite vivir holgadamente. Por favor, publica esta historia en Internet y desacredita a esos comunistas mentirosos. Pero no pongas mis apellidos, recuerda que mi mamá es presidenta del comité y que quiero que me dejen entrar en Cuba para ir de visita pronto”. 

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