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Vidas en riesgo

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - No tuvo tiempo de concretar una idea. El descenso fue estrepitoso y con la dentadura cubierta de pasta dental. El piso cedió y Aldo Luis fue, de repente, un rehén de la desgracia. En segundos, tenía severas lesiones en el rostro y en ambas piernas. Aturdido y con el corazón queriendo abandonar su sitio, miró hacia arriba. En sus ojos estaban las cabillas calcinadas, la abertura con sus bordes húmedos. Una sección del baño colectivo había colapsado.

El próximo viaje fue al hospital Calixto García, donde fue internado hasta su definitiva recuperación. Los pormenores de este accidente datan del año 2006. Tal historia pudiera ser el botón de muestra de una secuencia de hechos similares. Serían otros los protagonistas de esos aterrizajes que terminan en traumas psicológicos, heridas de diversa magnitud o muertes fulminantes.

En esos vecindarios hay enemigos iguales o más temibles que un piso agrietado. Los techos también se deshacen a la velocidad de un rayo y las viejas paredes apenas resisten el aire de un estornudo.

En este caso, la edificación está declarada inhabitable desde 1970. Es de dos pisos y alberga aproximadamente a 13 núcleos familiares compuestos por alrededor de 50 personas. Su ubicación es Desagüe # 212 entre Franco y Subirana, en el municipio Centro Habana.

A través de uno de sus inquilinos es que conozco los detalles del accidente ocurrido hace cerca de 4 años, el señor Aldo Luis Rubio, y otras contingencias que caracterizan la vida en esas edificaciones que tarde o temprano terminan en una mezcla de ruinas, sobresaltos, depresiones, heridas y cadáveres.

Allí vive el periodista independiente Adolfo Pablo Borraza. Cuenta que él y su familia deben bañarse, sin privacidad alguna, en un rincón del apartamento que ocupan en esta construcción, incluida dentro del 50 por ciento de las viviendas en estado deplorable del fondo habitacional cubano. 
 
Como el baño colectivo dejó de existir en 2006, los vecinos se las ingenian para llevar a cabo las labores de higiene personal, así como sus necesidades fisiológicas. Es impresionante conocer el primitivismo de las soluciones en el acto de satisfacer las exigencias mencionadas en el párrafo anterior.

La indigencia es el común denominador de cientos de miles de personas obligadas a vivir en tugurios como el que sirve de morada a Borraza, su familia y al resto del vecindario.

Hay dos notas que amplían los márgenes de la tragedia. Una es la existencia de 7 menores de edad, y la otra, que aquí se abandonó la esperanza hace tiempo.
El 28 de diciembre hubo nuevos desprendimientos. No indagué  en los detalles. Me bastó con ver a Borraza sano y salvo y escuchar que esta vez el asunto no pasó de ser un evento normal: cayeron repentinamente unos pedazos de concreto. No tuve deseos de averiguar el sitio exacto.

 




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