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Un trío difícil de armonizar

Valentina Cueto

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - “Somos pobres, pero honrados”, era frase era común cuando, antes del triunfo revolucionario de 1959, la sociedad cubana estaba dividida en estratos bien definidos: pobres y ricos, dueños de los medios de producción y asalariados. Los ciudadanos pertenecientes a las clases más desfavorecidas querían significar con esta expresión su total integridad, a pesar de lo humilde de su condición. Entonces, ¿por qué la palabra honrado ha perdido espacio en el vocabulario del cubano de hoy?

Cuando a los niños y jóvenes cubanos se les pregunta por los valores que deben cultivar generalmente mencionan la honestidad, el colectivismo, el amor patrio, Quizás la honradez no aparece en este repertorio por considerársele un valor pasado de moda, perteneciente a una sociedad muerta y enterrada; o porque, para quien no conoce bien el idioma, suena más culto decir “soy honesto” que “soy honrado”. En definitiva nadie puede culparlos por repetir argumentos aprendidos de memoria como la tabla de multiplicar.

“Pobre, pero honrado”, describe a ese ser humano que, aunque carente de los recursos económicos necesarios para satisfacer sus necesidades, es incapaz de utilizar malas artes y peores intenciones para acceder a los bienes que no tiene. Como la pobreza de los cubanos supuestamente terminó el primero de enero de 1959, la frase popular debe haber perdido su vigencia, y de ahí que haya caído en desuso.

Hoy se dice que somos ciudadanos honestos, y para nada se menciona la honradez. Ser honesto es bueno, pero ser honrado es mejor. El diccionario aclara que honrado es quien procede con rectitud e integridad; o sea, una persona moral, incorruptible y sin dobleces, cuyas pautas de comportamiento se asemejan a una línea recta porque no se desvían de esos valores morales que le dan sentido. Honestidad es sinónimo de decencia, decoro; indica recato, pudor, urbanidad y compostura.

De acuerdo con estas definiciones, la honradez es un sustantivo que describe la condición interna y las creencias que nos hacen actuar de forma moral; mientras que la honestidad, aunque utilizada frecuentemente como sinónimo de honradez,  apunta al comportamiento correcto, es decir, a lo exterior.

La palabra honesto describe a quien actúa para guardar las apariencias y no de acuerdo con esos valores y creencias de carácter moral que forman parte de sus patrones fundamentales, de su propia esencia.

Honestidad es la forma, pero honradez es el contenido. Lo que implica que se puede ser honesto sin ser honrado, pero no viceversa.

La dicotomía entre la honestidad y la honradez pesa en la conciencia de muchos ciudadanos, que deben resolver los problemas que le presenta la cotidianidad. Para ellos el cuestionamiento moral sobre su actuación queda subordinado a razones de supervivencia. El dilema ha quedado planteado en una pregunta común para cualquier cubano. ¿Se puede vivir hoy económicamente con el salario siendo honesto y honrado? La respuesta es obvia.

 




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