Gustavo E. Pardo

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - La Masonería tiene entre sus fines “disipar la ignorancia, combatir el vicio e inspirar el amor a la humanidad”. En esta idea se concentra la esencia del sistema filosófico-doctrinal masónico. 

Históricamente, de la ignorancia nacieron los crímenes que horrorizan a la humanidad. Por eso la Masonería difunde entre sus miembros la verdad, que no es, ni puede ser, un concepto absoluto y exclusivo de un individuo o de algunas personas que se atribuyen las facultades de ser los oráculos del mundo. Por el contrario, la Masonería reconoce que la verdad puede encontrarse hasta en los seres más simples y humildes, porque en ellos radica una inigualable sabiduría. 

En la Masonería, la búsqueda de la verdad, principio que está basado en la Biblia (sólo la verdad os hará libres), es un proceso que se inicia cuando los miembros de la institución alcanzan la facultad de emplear la razón, liberada de las ataduras de los prejuicios. 

Liberar la conciencia de conceptos predeterminados, es como pulir la piedra bruta del fanatismo y la intransigencia, dando paso a la tolerancia a través del debate y la confrontación de las ideas.

El caso cubano es típico de la dicotomía que se presenta entre una institución, que como la Masonería preconiza la fraternidad universal, y las normas establecidas por un régimen totalitario. 

La esencia de la Masonería se expresa en la obligación que tienen sus miembros de trabajar para disipar la ignorancia. La membresía masónica cubana requiere del conocimiento de los valores y principios democráticos, y en particular de los beneficios que entraña una sociedad en el ejercicio del libre debate de las ideas.

Esta separación filosófico-doctrinal de la esencia de lo que es, y proclama ser, la Masonería en Cuba, conlleva a que dentro de la misma se produzcan situaciones difíciles entre los masones aleccionados por décadas de unanimidad, y aquellos que hacen un credo del debate democrático.