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Que nos dejen trabajar en paz

Leonel Alberto Pérez Belette

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) – Nuevos trabajadores por cuenta propia están surgiendo en Cuba. Las autoridades, asombrosamente, han dado muestras de tolerancia con el fenómeno, lo que parece indicar que la política del gobierno al respecto está cambiando sin hacer ningún tipo de anuncio.

Los transeúntes se quedan atónitos cuando se les acercan obreros, en medio de la calle, a proponerle su trabajo especializado en diferentes oficios; la reacción es lógica en un país donde oficialmente casi toda actividad económica privada es ilegal. Herramientas en mano, albañiles, plomeros, electricistas y hombres de otros oficios, ofrecen sus servicios a los interesados. A los cubanos les parece una imagen de otro país.

Es poco probable que el gobierno, que mantiene una férrea vigilancia sobre la sociedad, esté ajeno al asunto, dado que la contratación y los ajustes de precios se realizan entre ambos interesados, en la vía pública y a la vista de la policía, generalmente frente a tiendas de recaudación en divisas, u otros lugares con marcada afluencia de público. Por otro lado, no se trata de hechos aislados, sino de algo generalizado que se observa en varias ciudades del país.

Con contadas excepciones, desde 1959 el Estado se ha reservado el rol de empleador único y ha mantenido total control sobre toda la actividad económica del país. Aunque miles de personas solían intercambiar prestaciones y productos de forma privada, lo hacían a escondidas y a expensas de ser multadas o castigadas por la Ley.

La política de cierre y persecución de la actividad económica privada ha sido nefasta para el país. Como consecuencia, los oficios prácticamente desaparecieron, y hasta la iniciativa de crear escuelas de artes y oficios, por parte de la Oficina del Historiador de la Ciudad, a instancias del Consejo de Estado, no dio los frutos esperados. La ciudad se cae a pedazos y la mano calificada escasea, fundamentalmente porque los obreros no son incentivados y la actividad privada es perseguida.

Raúl Castro, en su discurso de clausura de la última sesión de la Asamblea Popular Nacional del Poder Popular, afirmó que vendrían cambios a los que el aparato gubernamental tendría que adaptarse muy rápido; luego exhortó a los ciudadanos a familiarizarse con el sistema impositivo.

Algunos obreros con los que conversé en la calle coincidieron en que las aparentes medidas del gobierno encaminadas a liberalizar la actividad económica son pocas y tibias, aunque también dijeron: “que nos dejen trabajar en paz, ya es algo”.  



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