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Cambiar la ciudadanía

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Conozco, por insistentes referencias, un país que ha podido sortear las convulsiones de la crisis internacional. Mientras el mundo se estremece, allí hay serenidad, sosiego y hasta se hacen previsiones sobre un futuro donde el éxito, en sus diversas formas, tiene certificado de garantía.

Es el resumen de una nación triunfante la que puedo atrapar con la mirada fija y la boca abierta por las asombrosas victorias de hoy, las de mañana y las que todavía permanecen tras el cortinaje del porvenir.

Tengo un pequeño boceto de esa patria divina que puedo tocar con las yemas de los dedos. No relato los pormenores del último sueño, ni hago el papel de un fabulador desquiciado. Simplemente pongo en perspectiva la experiencia que disfruto cada semana, al ver u oír los cantos y las descripciones provenientes de ese país cercano hacia el que preparo un viaje sin retorno.

Quiero hacerme ciudadano de ese territorio que pintan con los colores del paraíso. Será un trámite rápido y preciso. Con un leve salto debo caer sobre un mar de leche de vaca o en algunos de los laterales de las montañas de vegetales y hortalizas, a partir del espectacular resultado en los niveles de productividad y eficiencia.

Esas suposiciones, y otras donde la escasez es una mala palabra, se deducen a raíz de la reiterada publicación de los próximos sobrecumplimientos en todos los planes productivos, y también en la creación de piezas retóricas para tratar de hacer más ameno el discurso partidista.

No hay sombras en esas geografías que anuncian pregoneros y activistas que imitan la espontaneidad con excelente determinación. Todo es luz y expectativas.

El país que describo entra en 2010 con el pie derecho, es decir, listo para nuevas conquistas, aunque se desplome Wall Street, se reduzca el comercio internacional u ocurran otras adversidades de repercusión mundial. No importa qué sucede allá afuera, en el traspatio. Cerca, muy cerca de donde estoy ahora, se respira tranquilidad y confianza.

Es posible que caiga frente a los orificios nasales de algún buey atrapado en la fotografía, justo encima del hierbazal donde pastan; o tal vez el impacto sea contra un enorme cartel de tela, con la palabra Revolución, sujetado por una docena de mujeres jóvenes colocadas en la primera plana. Debo escoger por  cual me decido: ¿La nación que detalla el periódico Granma en sus 8 páginas o la que este lunes 4 de enero me esboza el semanario Trabajadores?  Al leerlos me convenzo de que en realidad un mundo mejor no es posible, es real.

Vuelvo a abrir Granma, lo leo pausadamente. Sin discusión, hacia esa patria me dirijo con la firme voluntad de disputar la residencia permanente o la ciudadanía. 

En Cuba, en la Habana Vieja, se vive muy mal, casi sin esperanzas y con muchos policías al acecho.

oliverajorge75@yahoo.com  




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