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¡Ay, los reyes magros!

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Si durante decenios, queriéndolo o no, las madres cubanas tuvieron que esforzarse por aniquilar en la fantasía de sus hijos pequeños la imagen de los Reyes Magos, hoy su problema es otro, tal vez más incómodo. Esa imagen, tradición de arraigo al fin y al cabo, ha terminado ilesa, en tanto las madres, por más que se esfuercen, no encuentran argumentos para convencer a sus hijos de la razón por la cual los Reyes Magos dejaron de existir únicamente para ellos.

Lo peor es que tampoco pueden convencerlos de que al igual que en todas las otras aniquilaciones de los últimos cincuenta años, el mal ni tiene explicación ni tiene cura.

Como un remedio de consuelo, igualmente inútil que los de años y décadas atrás, las madres habaneras pusieron este enero especial cuidado en impedir que sus párvulos visitaran las shoppings en vísperas del día 6, para que no pudiesen ver los juguetes con precios inalcanzables para los bolsillos de la mayoría.

Mucho más difícil debe haberles resultado evitar que vieran la muñeca, la cuña de carreras, el velocípedo, el juego de casitas, el MP3, los patines, la pianola… que algún que otro vecino, gerente de una corporación, o cabeza de nomenclatura estatal, o esposa de un extranjero, o aquel cuya familia está bien instalada en Miami, le obsequiaron a sus hijos en nombre de Melchor, Gaspar y Baltasar, previo el desembolso de una suma que alcanzaría en cualquier casa para la alimentación de todo un mes, digamos 60, 80, 100 o más cuc por cada pieza. 

Conozco a una niña del municipio habanero La Lisa que escribió en su cartica a los Reyes Magos, literalmente: “Queridos reyes, les pido por favor que me traigan un chupa-chupa y dos caramelos”. Ella quería pedirles una maruga que había visto en una tienda para menesterosos, las de moneda nacional, pero fue persuadida, pues con los 55 pesos que costaba la maruga (cuarta parte del salario mensual de la madre) podrán costear la exigua merienda escolar de 10 semanas.

De bien poco servirá que a esa niña traten de hacerle creer mediante la televisión que hay millones de criaturas en nuestro planeta que no pueden recibir siquiera un chupa-chupa el Día de Reyes, mientras que a otros millones les sobran y aburren los juguetes más caros. Ella seguirá añorando en secreto la maruga.

Ni la compasión por los de abajo, ni la envidia envuelta en rabia ante los de arriba, resultan suficientes para exterminar la capacidad de ilusión y de autocomplacencia que son innatas, así que lógicas y juiciosas, entre los seres humanos. 

Lo demás es lo de menos, o sea, la acción perversa de los reyes magros del poder político, cuyas mentiras suelen ser fácilmente alcanzables, como el cojo del cuento. 



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