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La muerte definitiva de Mella

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Una noche del mes de enero de 1929 murió acribillado a balazos en una calle de México el líder estudiantil Julio Antonio Mella, fundador del primer partido comunista de Cuba.

Tres meses antes, en una carta dirigida a Tina Modotti, le confesaba que había tomado con sus propias manos su vida y la había arrojado a su balcón, cómplice de sus amores.
¿Presentía acaso su muerte?

Un año antes, en Moscú, los comunistas que rodearon a Mella ya tenían conocimiento de que la mano larga del dictador cubano Gerardo Machado podía llegar hasta la capital mexicana y truncar la vida del líder cubano, y nada hicieron por evitarlo.

Julio Antonio Mella fue enviado por ellos mismos a tierras aztecas y ocurrió lo que se esperaba.

Unos dicen que la postura crítica del joven marxista no fue bien acogida en el Kremlin, donde se comentaba en privado las consecuencias de las purgas de José Stalin. Otros, que fue víctima de los celos de connotados comunistas latinoamericanos.

Aquella noche del 10 de enero, con sólo 26 años, Mella pudo decir en su agonía el nombre del asesino. Seguramente pensó que sus camaradas también eran culpables.

Ahora, el periódico Trabajadores del pasado 14 de diciembre informó que Julio Antonio Mella ha vuelto a morir, pero de forma simbólica, justamente en el parque que fue construido en su honor, hace casi medio siglo, en la calle L y San Lázaro, frente a la escalinata de la Universidad de La Habana.

Allí, en cada uno de los seis nichos, hoy destruidos totalmente, se guardaban algunas de sus reliquias, sus cenizas, recortes de prensa y fotos con pasajes de su vida.

El historiador de la Universidad de La Habana, doctor Delio Carreras Cuevas, expresó al periódico que era de lamentar que “muchos ciudadanos, alumnos incluidos, no conozcan el valor histórico del lugar “.

Personas que viven en sus alrededores testimonian que el parque, donde sólo funciona una farola, es escenario de reyertas y sirve de baño público, sobre todo después de haberse convertido en parada de ómnibus.

A través de la información de este periódico gubernamental sabemos que la estatua de Julio Antonio Mella proyectada cuando la pequeña plaza fue nombrada Parque del Honor Universitario, jamás se llegó a erigir.

Y lo que es peor: que sólo dos de los diez estudiantes universitarios encuestados por el propio historiador Carreras Cuevas conocían detalles de la verdadera historia del parque.
El resto respondió que se trataba de una plaza que posee una ceiba, conocida como el parque del Hotel Colina, del que nada queda, ni el recuerdo. Una historia que podría resumirse como la muerte definitiva de Mella, tal como lo señaló el decano: “Nacimiento, esplendor, decadencia y ruina”.

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