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Como la Luna

Miguel Iturria Savón

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - El pasado 31 de diciembre, a las 12 de la noche, recibí por el móvil el mensaje de una amiga: “¿Has mirado la Luna esta noche? Una Luna llena con ese esplendor es un magnífico presagio para el año 2010”.

Miré la Luna y pensé en los presagios posibles. Mi amiga, como yo y tantos cubanos, piensa en los cambios democráticos que requiere nuestra isla, detenida en el tiempo por un puñado de guerrilleros envejecidos, que celebran ahora el aniversario 51 de su llegada al poder, como si medio siglo de arbitrariedades no fuera suficiente para llenar de hastío a millones de personas.

Mi amiga es filóloga y tiene 34 años. Ha recibido premios internacionales por su blog, pero en Cuba es denigrada por la prensa oficial, y fue golpeada en plena vía pública por orden de un Comandante reciclado en general. Su esposo también fue apaleado en la calle más céntrica de La Habana. Es lógico que vean en la Luna un augurio de cambios.

Pero estos amigos no viven en la Luna ni se transforman en lobos con los ciclos del satélite. Escriben sus post sin pensar en las fieras que los asedian. Como ellos, decenas de bloggers y periodistas independientes comentan la realidad que omite o distorsiona la nómina de comunicadores oficiales, quienes iniciaron 2010 con “nuevas campañas contra el enemigo”, reportajes sobre el “maravilloso sistema de salud cubano”, crónicas de los éxitos deportivos de 2009 y evocaciones de “las batallas” previas al “luminoso” primero de enero de 1959.

Los cronistas del gobierno tampoco viven en la Luna, pero saben cuidar los intereses editoriales de su patrón. Si se apartaran de la propaganda y la impunidad que los aúpa, describirían lo que pasa detrás del telón. En ese caso dejarían de mitificar sucesos triviales y de difamar a las personas que expresan puntos de vistas diferentes.

Si decidieran explorar objetivos de interés informativo, les bastaría adentrarse en los barrios, entrevistar a los médicos de hospitales y policlínicas, ver cómo ejercen los maestros emergentes de las secundarias básicas, o conversar con los consumidores de los agro mercados estatales, donde los precios suben y la calidad disminuye.

La gente sin agenda puede dar fe de los problemas que omite la prensa. Puede informar sobre la perpetua sobrevida de muchas personas; indicar los vertederos que atraen a las plagas; decir el nombre de los funcionarios corruptos y de los policías que maltratan a los negros y los homosexuales. Basta arriesgarse, dudar y cuestionar la verdad que pregonan los círculos del poder para ver la otra cara de la Luna.

Tal vez entonces percibamos su esplendor y pensemos, como mi amiga, que la belleza del satélite de la Tierra puede ser un augurio de cambios para 2010. Mientras tanto, tiremos a un lado la retórica y apostemos por modificar el destino diseñado por los profetas de la quietud.  




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