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Solo en el montículo

Odelín Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) – Tanta era la fidelidad del comandante Camilo Cienfuegos, que desestimó la idea de jugar béisbol en el equipo contrario al de Fidel Castro, el 24 de julio de 1959. “Yo no voy contra de Fidel ni en un juego de pelota”, comentó Camilo, pitcher designado por el equipo de la Policía Nacional Revolucionaria, mientras que Fidel se encargaría del montículo de team Barbudos, en un juego de exhibición cuyo fin era recaudar fondos para la Reforma Agraria.

Este es otro de los acontecimientos de la historia oficial que no necesita desempolvarse, porque es asunto obligado sobre el pizarrón, y a la vez acicate para intentar desmontar las rivalidades existentes en el seno de la Revolución triunfante. Tres meses después Camilo Cienfuegos desaparecería de la escena nacional, después de cumplir un último encargo de Fidel Castro: arrestar al comandante Huber Matos en el regimiento Ignacio Agramonte de Camagüey. 

Nadie sospechó que la carta de renuncia enviada por Matos a Castro el 20 de octubre de 1959, desataría una campaña difamatoria nunca antes vista en aquellos primeros meses del triunfo revolucionario. ¿Cuántos más se atrevieron a renunciar? 

Desde entonces, la dirigencia histórica culpa a Huber Matos por la desaparición de Camilo Cienfuegos; también por el suicidio de dos soldados arrepentidos, el capitán José Manuel Hernández y el sargento José García.  

De inmediato se supo que Camilo Cienfuegos –entonces jefe del Estado Mayor del Ejército Rebelde-  fue un mediador entre Fidel y Matos, o un instrumento de persuasión. Huber Matos estuvo varias semanas bajo amenaza de muerte por fusilamiento, pero nunca renunció a su deseo de apartarse definitivamente del rumbo que tomaba la revolución. 

El único jefe rebelde que no creyó que la renuncia de Huber Matos era una conjura fue Camilo Cienfuegos. En la revolución no hubo ni hay cabida para el escepticismo. Se está con ella o contra ella. 

Cuenta el propio Huber Matos en su libro Cómo llegó la noche, que el día de su arresto, Camilo respondió una llamada de Fidel Castro, y le dijo: “Aquí no hay traición ni sedición, ni nada de lo que se dice. Deberíamos haberlo manejado de otra manera. Lo que se ha hecho es una metedura de pata”.  

Sobran las interrogantes en cuanto a la desaparición física del héroe más popular de la revolución cubana, el 28 de octubre de 1959. La historiografía oficial suele arremeter contra quienes argumentan que Camilo Cienfuegos, anticomunista probado, era una piedra en la bota izquierda del Comandante en Jefe. 

Pudo o no haberse extraviado en el mar la avioneta Cessna 310 que despegó del aeropuerto de Camaguey rumbo a La Habana, con el comandante Camilo Cienfuegos, el piloto Luciano Fariñas y el soldado Félix Rodríguez a bordo. La nota oficial emitida por el Ejercito Rebelde el 29 de octubre de 1959, se refiera a “la existencia de turbonadas a esa hora entre Ciego de Ávila y Matanzas”. Sin embargo, para el centro de pronósticos nacional la probabilidad de tormentas era escasa. 

Claro está que después del arresto de Huber Matos, al fiel Camilo (ya no tan fiel), los acontecimientos se le fueron enredando. Carismático, popular y antimarxista, como expresara Ernesto Guevara en una de sus cartas, eran suficientes cualidades para un pasaje de ida sin regreso.  

Pero ahí está Fidel Castro, solo en el montículo. En términos beisboleros, de imaginarse ante un pitcher wild que lanza improperios a diestras y siniestras en lugar de pelotas, Camilo hubiese aceptado el duelo. Si ganaría o no el partido, sería otra historia.

 

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