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Un truco de rebeldía

Frank Correa

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - El Rasta, zapatero por cuenta propia, hostigado constantemente por la policía, ha  logrado, ¡al fin!, que lo dejen  tranquilo.
En su casa de la calle 1ra. 240, Jaimanitas, sentado en el piso, es un artista de la restauración. Cuando remienda, imita la costura original  a la perfección; también  repone suelas gastadas con tal rigor, que el cliente se marcha satisfecho. A cualquier calzado, por muy estropeado que llegue a sus manos, le devuelve la  jovialidad para continuar el trayecto.

Su padre fue zapatero, su abuelo también, El Rasta no es ningún improvisado. Además, es buena gente, que en Cuba significa que ayuda a los más necesitados. Muchas veces no cobra el servicio. En ocasiones se ha lanzado al mar, intentando llegar a Florida, pero sus aventuras siempre terminan en desastre.

Recientemente lo citaron a la  estación de policía. El nuevo jefe de sector quería conocer al  “potencial delictivo del barrio”: ex reclusos, jineteras, vendedores,  borrachos, testigos de Jehová, desvinculados laborales.

Uno a uno los fue pasando a su oficina. Amenazaba con aplicarles la ley de peligrosidad si no buscaban un trabajo con el Estado. Cuando llegó su turno, el oficial le dijo que se sentara, abrió  el expediente y empezó a leer. El zapatero lo interrumpió.

-¿Ahí no dice que soy un perseguido político? ¿Tampoco  pusieron  que construí un submarino con dos tanques de 55 galones, un aporte a la ciencia mundial?  ¿Ni que soy descendiente directo de Ras Tafari Makonnen Haile Selassie? ¡Pues escríbalo! Ponga también que malgastaron su última oportunidad de respetarme, porque mañana voy a presentarme al programa de refugiados, y a concederme una entrevista con el cónsul americano. ¡No aguanto más!  No esperaré a que me cite la Oficina de Intereses. Voy a citarme yo mismo y entraré gritando que usted me persigue con un palo ¡Y van a tener que oírme!

El oficial se replegó en su silla. De repente, El Rasta sacó del bolsillo trasero del pantalón unas zapatillas remendadas y las dejó caer sobre el buró. 

¿Usted sabe quién es el dueño? ¿No lo sabe? Estas zapatillas son de Juanes Las dejó  en mi casa antes del concierto para que las arreglara, y no volvió a recogerlas. Ahora dígame. ¿Quién me paga el trabajo?

Dice El Rasta que estaba cansado del acoso policial, y por eso se hizo el loco. Y parece que el truco  funcionó. Desde ese día no lo han vuelto a molestar.

 

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