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Apuntes sobre una carta

Adrián Leiva

MIAMI, Florida, octubre, www.cubanet.org -Desde hace días circula en Internet una carta cuya autoría se atribuye al popular actor cubano Luis Alberto García. Días antes circuló otra del, en días anteriores circuló otra misiva del también popular actor cubano Armando Tomey, denunciando injusticias de nuestra realidad nacional. Ambos actores señalan que no se consideran disidentes.

Los textos, que bien pudieran haber sido escritos por cualquiera de los once millones de cubanos, no dejan lugar a dudas de que se requiere urgentemente una revisión, que incluya a todos los cubanos, para sacar nuestro país de la profundísima crisis en que está sumido.

El ser social determina la conciencia social, dicho de otro modo: se piensa, como se vive. Si los que tienen el control de  país y viven ajenos a las enormes y múltiples calamidades que sufre nuestro pueblo, continúan ignorando que la soga se está tensando demasiado, serán responsables por las terribles consecuencias que su actitud traerá a la nación cubana.

Cada día que pasa se hace más evidente que Cuba se requiere cambios profundos con la más absoluta urgencia, no para complacer a ningún gobierno extranjero, sino por la propia supervivencia de nuestra nación.

A continuación, el texto de la carta atribuida al actor Luis Alberto García, según la fuente que la circuló en Internet, en respuesta al artículo del vocero del gobierno cubano y Director del priódico Granma, Lázaro Barrero.

 

Texto de la carta de Luis Alberto García, sobre el artículo de Lázaro Barredo publicado en Granma  

Es inaceptable su artículo porque es inaceptable eximir al estado de responsabilidad por el paternalismo reinante, cuando fue precisamente este quien lo engendró*

Como no tengo alma de vocero y siento repulsión por los irresponsables que se abrogan el derecho de hablar inconsultamente en nombre del pueblo cubano, los cuales son, desafortunadamente, bastantes, me limitaré a relatar mi situación personal, a sabiendas de que coincide con la de un gran porcentaje de la población cubana. La aritmética - aunque a muchos ya no le parezca debido a tantos forcejeos y convenientes manipulaciones - sigue siendo una ciencia exacta, ajena a subjetividades y por ende una útil aliada a la hora de saber por dónde andamos, en este caso por dónde ando y por donde andan los que quieren sostener que 2 menos dos es 3.

A fuerza de neuronas, cuando estas eran imprescindibles para graduarse de la educación superior, obtuve mi título. Luego de 6 años de práctica laboral he llegado a devengar la gloriosa cifra - gloriosa porque es el tope - de 480 pesos. El salario se desglosa, tomando en cuenta un mes estándar, más o menos de la siguiente manera: gracias a un viejo aire acondicionado que trato, válgame dios, de usar lo menos posible, 170 pesos. La vilipendiada libreta de abastecimiento, el tan nombrado “subsidio del estado”, me cuesta - no sé si alguien lo recibirá gratis - alrededor de 150 pesos, que se dividen en las libritas de aceite, el poquito de arroz, los escasos granos, el pan nuestro de cada día, el cafetín, algún que otro jabón una que otra vez, la pasta dental y otras pocas cosillas que constituyen la cuota mía y de mis 2 hijos. A esto le unimos el agua que se paga, el gas que también se paga y las cuotas del refrigerador y los calderos que generosamente el estado “nos entregó”, y por simple aritmética podemos llegar a la conclusión que después que uno paga los “subsidios” del estado, flaco se queda el bolsillo, más bien caquéctico, para afrontar el mar, no, el océano de artículos de primera necesidad que el estado no “subsidia” sino que tiene a bien aplicarle el llamado dos cuarenta, bueno, por ahí me quedé yo, aunque sospecho que ya es mucho más.

Resulta, compañero Lázaro, que debemos darle gracias al bondadoso estado por cobrarnos casi el 70 % del magro salario que nos paga para adquirir sus “subsidios”, y de paso - digo yo -, agradecerle también que nos quedemos como pichones con la boca abierta viendo como viviremos el resto del mes con lo poco de dinero que nos quedó luego de adquirir la cuota de alimentos de la libreta, que solo alcanza, con suma austeridad, para mal comer 13 días de los 30 o 31 que tiene el mes. Cualquiera que no fuese cubano pensaría, compañero, que los productos ofertados por la libreta son una especie de regalía del gobierno, pero los del patio sabemos de sobra que los precios de esos productos están en completa correspondencia con los salarios que paga el estado, empleador exclusivo de la fuerza de trabajo.

Tomando esto en cuenta yo le pregunto: ¿Quién subsidia a quién? ¿El pueblo al estado con su trabajo mal pagado o, como usted dice, el estado subsidia la alimentación del pueblo? O mejor le preguntaría: ¿De dónde sale lo poco o lo mucho que el estado distribuye si no del esfuerzo casi desinteresado de los trabajadores? ¿O es que usted tiene la peregrina idea de convencernos de que el estado /per se/ es capaz de producir algo más que derroche? Sepa usted, compañero Barredo, pues parece no haberse enterado, que dentro de las características de este pueblo desde siempre han estado, el amor al trabajo, la capacidad de sacrificio, ampliamente demostrada, la valentía de asumir retos laborales por descabellados que hayan sido algunos o muchos.

Esta isla - revise la historia - ha sido cuna de personas emprendedoras, con amplia inventiva, impregnadas de una pujanza poco común dentro de nuestra zona geográfica, sin chovinismos. Parece que convenientemente ignora que la diáspora cubana dispersa por los cuatro puntos cardinales de este mundo, se caracterizó y se caracteriza por ser una comunidad descollante y en sumo trabajadora. Ganadora del respeto y la admiración de las más disímiles sociedades. Los avances educativos de los últimos 50 años o 45 - con todo respeto y responsabilidad pongo en duda los últimos 5 años - han servido para formar una sólida y capacitada fuerza laboral, envidia de no pocos países. Pero usted pone en duda nuestra inteligencia a contra viento, tratando burdamente de pasarnos gato por liebre. O es que usted, en un ejercicio de pereza intelectual, ignora o quiere ignorar o le conviene ignorar o le orientaron ignorar la verdadera génesis del paternalismo en nuestra sociedad siempre dúctil, que ha respondido a las directrices que vienen invariablemente de arriba como el eco a la voz. Como no somos tontos, al contrario, somos hijos de una revolución que supo desarrollar nuestro intelecto y nuestra suspicacia, al vuelo nos percatamos, por los tiempos que corren, que usted no es más que una mala suerte de vocero. La tesis, sobra decirlo, parte de otros de más arriba, redundancia, o quizás de todos los de arriba que, un poquito por aquí, un poquito por allá y mucho a través de usted, están tratando de enquistarle al pueblo un sentimiento de culpa, de sobra inmerecido. Pero usted, con la superficial semiología de sus síndromes, ha ofendido al pueblo cargándole culpas que no tiene, ni puede tener, si partimos de la máxima que el pueblo es el único soberano. De paso describe magistralmente su síndrome cervical que le impide mirar hacia arriba. Muy fácil es buscar culpables y sobre todo si estos están abajo.

¿Tendré yo, simple mortal, que demostrarle a usted que todos esos vicios sociales que describe fueron engendrados a conciencia por un estado que legisló hasta qué tipo de ropa íntima debían usar sus trabajadores? ¿Tengo yo que recordarle que el estado dejó espacio cero a la iniciativa popular? ¿Tengo que invitarlo a ver los ridículos chalecos de parqueadores estatales que adornan la ciudad, como muestra de la omnipresencia de la burocracia?

Es inaceptable su artículo porque es inaceptable eximir de responsabilidad al estado del paternalismo reinante, cuando fue precisamente este quien lo engendró y hasta lo utilizó a su conveniencia. Reducir el problema económico del país a los pesados “subsidios” que el estado tiene que aplicar a los alimentos tomando en cuenta que el mismo bondadoso estado sustrae del bolsillo de los trabajadores un gran porciento del bajísimo salario que el mismo paga, es simplificar la desgracia y, peor aún, abandonar a la clase obrera. ¿Por qué usted, señor periodista, no nos hace un favor a los cubanos de a pie, a la clase obrera en general y nos sirve de portavoz a la inversa? No hace falta escribir artículos, tanto no le vamos a pedir, no es necesario disculparse, eso no es costumbre. Pero bien pudiera ayudarnos a encontrar la cura de otro síndrome por usted no descrito. El síndrome de la hipoacusia al parecer relacionado con la falta de oxígeno que sufren o disfrutan las personas de las alturas. Tomando en cuanta su problema cervical aprovéchelo para conocer y trasmitir las disímiles propuestas que comunistas del mundo real han hecho para combatir esos mismos síndromes de los que usted nos acusa.

 

 
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