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Monumento a la memoria anónima

Valentina Cueto

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Profusión de huesos en fúnebre promiscuidad, amontonados de cualquier manera en medio del agua estancada, el sol y el sereno. Fosa de gran dimensión adonde fueron a parar los restos de seres anónimos que, sin familia ni amigos, nunca recibieron los honores fúnebres acostumbrados. Este espectáculo dantesco no es el producto de la imaginación de algún necrófilo; es una realidad que podía contemplarse en el cementerio de Colón. Muchos de los que transitaban por las áreas traseras de la necrópolis no podían comprender que, en un país donde supuestamente predomina la religión católica, pudiera ocurrir un hecho semejante. 


En Cuba los servicios fúnebres son gratuitos, y el Estado alquila panteones colectivos, a módicos precios, para los que no sean propietarios de una tumba privada. Pero este osario a cielo abierto, como la deforme verruga en el rostro de una mujer hermosa, era la oveja negra del cementerio de La Habana, de fama universal.

Los asiduos al camposanto manifiestan que un estudiante del Instituto Superior de Arte, conmovido por tan lamentable exhibición, seleccionó como tema de su tesis de grado el diseño de un mausoleo que albergara los restos esparcidos por el lugar. Afirman que la tarea fue ardua, y aunque algunas instituciones brindaron cierto apoyo, el artista, los obreros de la brigada constructora y las autoridades del cementerio tuvieron que desplegar una intensa actividad caracterizada por la aplicación de soluciones creativas y grandes dosis de iniciativa personal.

La enorme fosa fue cubierta por un gran piso de baldosas, donde se colocaron siete aberturas provistas de tapas. En un ángulo del grupo arquitectónico se emplazó una tarja que, presidida por una estrella de cinco puntas, rinde justo tributo a la memoria de aquellos seres anónimos cuyos restos alberga. Las personas viven, trabajan, aman y dejan una huella a su paso por el mundo. Con independencia de creencias religiosas, honrar restos inanimados es un tributo a la  vida.

Las líneas del conjunto arquitectónico se caracterizan por su sencillez, en correspondencia con la naturaleza de los seres a quienes está dedicado. Una cruz de hierro preside la entrada; el color amarillo de los bajos muros que lo circundan contrasta con el verde intenso del follaje de los árboles que le sirven de fondo. El elemento central está constituido por una pared inclinada donde puede leerse en grandes caracteres de bronce el nombre con que el artista bautizó su obra: MONUMENTO AL HOMBRE COMÚN.

 

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