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Escoria en la embajada

Andrés Andrés

MIAMI, Florida, octubre, www.cubanet.org -El destronado presidente Zelaya apareció milagrosamente en la embajada brasileña en Honduras hace ya 26 días. Las versiones de su sigiloso arribo a ese local el día 21 de septiembre son variadas, mas ninguno de los rumores especifica cómo entraron Zelaya y su séquito. Es todo un misterio.

Los consulados tienen servicio de protección, ya sea electrónico o de guardias. Parece que este sistema no estaba funcionando o fue burlado por los zelayistas. Es la primera vez en la historia de América Latina que un país permite a un presidente derrocado, entrar en los predios de su embajada no a título de asilado, sino de huésped. Inicia así  Brasil, un nuevo método en la política del área, al convertir su precinto consular en una especie de hotel y bunker político. A todo eso, se suma el derecho dado al “huésped” de montar su grupo de propaganda y agitación en el nuevo hotel carioca. Desde allí, se imparten órdenes a los agitadores afines a Zelaya,  para organizar manifestaciones, actos de violencia, incendios, sabotajes y demás actos salvajes. Las embajadas no serán más imparciales, parece ser el mensaje que con toda autoridad podemos llamar “efecto Lula”.

Todo esto me hace recordar los sucesos de la embajada del  Perú en La Habana, en 1980. El régimen cubano no esperó un segundo en calificar a todos los que allí entraron como delincuentes, traidores, ladrones, escorias, apátridas y gusanos. Si las fuerzas represivas del castrismo no sacaron a patadas a los que vieron el hecho como una fugaz vía de escape, fue por el coraje y la valentía del embajador peruano, quien no firmó el acta de autorización que la dictadura le dio a firmar, autorizando el horrible acto. Lamentablemente, hombres de la talla de ese embajador ya no abundan en la diplomacia actual.

La gran diferencia es que ninguna prensa tiene la valentía de bautizar a esos nefastos visitantes de la embajada brasileña con el título de escorias, ladrones, delincuentes y apátridas que tanto merecen. Es consecuencia lógica, de la cobardía de los líderes de hoy, quienes se solidarizan con fuerza magnética al proyecto Alba para hundir a todo el continente en la miseria y la falta de libertades que el socialismo genera.

Para Micheletti y sus seguidores, mis respetos. No es fácil hacer lo que hacen cuando el mundo entero, incluyendo a Estados Unidos,  les da la espalda y actúa de manera tan ambivalente y cobarde.

Los que estuvieron en la embajada del Perú en su momento, eran las víctimas de una dictadura comunista. No pretendían cambiar el gobierno de su país, huían de él. Eran  futuristas espontáneos que supieron prever lo que se avecinaría en la década de los 90. Los “huéspedes” de la embajada de Brasil quieren destruir el gobierno de su propio país. Su constitución y el sistema legal, les resultan una dolorosa llaga en sus pies. Quieren implantar el socialismo, o sea, la miseria compartida. Si la escoria se impone en el diferendo hondureño, el futuro de esa nación es nefasto y por consecuencia el de América Latina peligra también.

 
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