La pesadilla del Hombre Nuevo

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - El Hombre Nuevo es uno de los productos soñados del socialismo tropical. Animal endémico, resultado del raciocinio europeo desplegado en las páginas de las obras marxistas y la incontenible feracidad natural del trópico, el Titán insular nació marcado por la conjunción fatal de ambos factores.

Así nos encontramos alguien que guarda en un bolsillo el carnet del Partido Comunista y en el otro una bolsita con los collares que un padrino o una madrina de santo le puso al cuello en una ceremonia donde corrió sangre de palomas, gallos y cabritos, y mucho humo de tabaco, al son de letanías dichas en una lengua legada por esclavos africanos.

De esto no se habla en las guías de viajes para turistas incautos que también obvian la falta de libertad de expresión hasta en el aire, e ignoran que la república cubana se inició en 1902. Evidentemente, el Hombre Nuevo posee una memoria escasa. Porque los recuerdos de su herencia colectiva solamente cubren el período de los últimos cincuenta años.

Por eso quizás no me sea fácil entender a Carlos, un médico de cuarenta años, cuando me cuenta que salió de una reunión del núcleo del Partido Comunista, y el domingo tuvo que asistir a un cajón al muerto en casa de su padrino de santo. ¡Santa materia, única e indivisible!

También se me hace difícil reunir en un mismo saco la mescolanza de ateísmo científico del comunismo de los siglos XIX y XX, con los patakíes (cuentos de formación de honda significación filosófica) de la cultura yoruba, que componen su base ideológica. Aunque hallo natural que en su mente tenga un batiburrillo de ideas que me recuerda más al caos del Big Bang que a la dialéctica hegeliana.

Por eso no me extraña que en Cuba recurramos al uso de la tracción animal como fuerza impulsora del desarrollo, lo que significa que en ciudades y pueblos de provincias, los carretones de caballos y coches hayan vuelto a las calles como el más socorrido medio de transporte.

Y que en los noticieros nacionales abunden los vegetales, cárnicos, leguminosas y frutas, que la población añora ver en sus mesas; que la apertura de una tintorería en una ciudad de miles de habitantes sea aclamada casi como un logro científico, que el agua corriente falte en las casas y corra libremente por las calles, según informaciones oficiales que reportan que casi el 60 % del agua bombeada por las cañerías del acueducto se pierde por las rotas cañerías de la desidia; y los techos de un inmueble recién terminado chorreen hacia el interior cuando cae una lluvia ligera, y que en el último censo el número de blancos sea mayor que el de los negros y mestizos.

Cotidianamente, el Hombre Nuevo recibe un bombardeo de pronósticos apocalípticos. Ya se habla de tsunamis devastadores que anegarán la superficie terrestre hasta el medio oeste de los Estados Unidos, como si la naturaleza se incorporara a la lucha contra el imperialismo, mientras que la isla mágica del socialismo tropical quedará indemne, porque en la geografía del Hombre Nuevo se ha situado a Cuba más cerca de China y Rusia que de las costas de la Louisiana.

Cada día se exhorta a lograr una mayor eficiencia en el trabajo, y la Editora Política distribuye un cartel con el lema: Trabajar con orden y disciplina, escrito sobre una imagen de una pinza con tres tornillos, donde se identifican más las tuercas con los trabajadores, y la pinza con el administrador o el gerente de nuevo cuño, salidos de la película El gran dictador.