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Contra Villa Rita

Aleaga Pesant

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - La casa quinta Villa Rita fue construida a finales del siglo XIX, dos kilómetros al sur de Manzanillo, probablemente antes que los buques norteamericanos bombardearan la ciudad en 1898. En mayo de 2009 fue asaltada por una muchedumbre que la saqueó tras un derrumbe parcial.

La villa pertenece a la familia Varela, desde hace más de setenta años.  Varela, fue un prospero abogado que murió en 1957, y allí vivieron sus cinco descendientes, cuatro de los cuales emigraron a los Estados Unidos con sus hijos. Al igual que otras construcciones del país, la casona sufrió en las últimas décadas la falta del mantenimiento necesario para mantenerse en pie.

Durante estos años, la quinta se convirtió en la imagen de una prosperidad pasada y de segmentación social. Por eso, durante mucho tiempo el partido comunista y el gobierno local trataron de apoderarse de la casa  sin lograrlo. Los descendientes lucharon a brazo partido por impedir los designios y las negociaciones leoninas, por amor a su casa paterna.

Al principio del eufemístico “periodo especial”, la villa fue objeto de los primeros vandalismos. Sus cercas de madera fueron robadas por los vecinos para convertirla en leña para cocinar. Gradualmente los vecinos, personas muy pobres asentadas en los alrededores, debido al crecimiento urbano, fueron más agresivas.

Con la salida al “norte” de los penúltimos descendientes, quedó en la casa una pareja de ancianos médicos, la psiquiatra Vivian Varela y el otorrino Fidel Spiñera quienes, tras el primer derrumbe parcial, se refugiaron en el antiguo garaje de la casa.

Un día de mayo, mientras los médicos se encontraban en su trabajo en el hospital psiquiátrico de Manzanillo, las turbas entraron a través de las cercas a llevarse lo que pudiera, incluidos los pisos, las cubiertas de madera, los herrajes, los cables. Al regresar los doctores sólo encontraron un hormiguero humano que cargaba todo lo que podía.

Cuando se llamó  a la policía para poner orden, objeto la no correspondencia con el asunto. La turba comenzó entonces a gritar obscenidades a los ancianos y arrancaron el cable del teléfono para impedirles la comunicación con el exterior. Las horas de terror, dolor e impotencia se extendieron mientras quedó un ladrillo, una tabla, un herraje. Nadie intervino para detener a los corsarios.

Varios meses después los ancianos agradecen haber sobrevivido a la tragedia. Le empresa telefónica (Etecsa) se niega a reinstalar la línea de teléfono. La fiscalía obstruye la realización de una investigación sobre los hechos. El gobierno local enterró el caso de desidia y odio contra un símbolo de prosperidad del pasado.  

 

 

 
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