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Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - Los conciertos de la Orquesta Sinfónica de Nueva York en La Habana el 31 de octubre y el 1 de noviembre culminarían un año de extraordinarios acontecimientos culturales, no sólo por el elevado nivel de los artistas y la inmensa asistencia de público, sino especialmente debido al simbolismo de los eventos y su procedencia.  Sería también el colofón de la apertura hacia la normalización de los vínculos con Estados Unidos desde el arte y entre los pueblos. 

La casualidad de imprevisión de categorías para visados, la existencia de normas absurdas, o las manos ocultas de enemigos de los aires de cambios que corren confluyeron para crear obstáculos demenciales. Lo cierto es que duele profundamente al pueblo, los artistas y a cualquiera con un mínimo sentido común, que la Orquesta Filarmónica de Nueva York no pueda presentarse ante el público cubano porque no esté contemplada la concesión de visado a los patrocinadores. 

En 2009 comenzó la esperada flexibilización de las regulaciones que levantaron barreras para que los norteamericanos pudieran viajar a Cuba.  Especialmente durante los anteriores 8 años se había acentuado la política irracional de impedir los contactos entre pueblos históricamente presentes en el desarrollo de sus sociedades, con particular influencia en las artes, las letras, la música, el desarrollo científico-técnico y el deporte. 
Simultáneamente, se limitaron las visitas de los cubano-americanos. Ha sido la negación de las tradiciones de Estados Unidos, que con sus conceptos democráticos y de progreso de los derechos humanos, ha inspirado a generaciones en todo el mundo, y sobre todo aniquilado la influencia de los intercambios de criterios y opiniones, demolido los puentes de ideas, avanzadas lógicamente por la diplomacia popular. 

El gobierno cubano estaba de pláceme, y  los rumbos actuales preocupan a sus talibanes. En realidad está entre la espada y la pared; la  actitud de la Administración Obama ha llegado en momentos de lucha dentro de la Isla entre el pasado destructor y el futuro que merecen los cubanos.

Quienes impusieron esas barreras en Estados Unidos, quizás de buena fe, no conocen la sociedad cubana actual, sino un país que no existe más que en sus mentes.  Al mismo tiempo que resultan imprescindibles los cambios en el totalitarismo de Cuba, renuente a pesar de conocer la pujanza de los cubanos de hoy, es inaplazable el derribo del muro de la tozudez y los intereses personales del otro lado del Estrecho de Florida.

Las autoridades de La Habana deciden arbitrariamente quién puede viajar al extranjero y utilizan el permiso de salida como instrumento de coacción para lograr docilidad y miedo, lo cual ha sido justamente muy criticado durante decenios. ¿Cómo justificar la prohibición a los ciudadanos norteamericanos de visitar Cuba y la concesión arbitraria de un permiso, que viola igualmente sus derechos?

Tuvimos la satisfacción de apreciar la exposición “Chelsea Arte Actual de Nueva York visita La Habana”, como muestra colateral  de la X Bienal de La Habana. En el  edificio de Arte Universal del Museo Nacional de Bellas Artes, se presentó desde el 28 de marzo hasta el 17 de mayo, con 35 piezas de diversas manifestaciones de las artes plásticas. 15  artistas viajaron para  tan significativa ocasión, la primera desde 1986 y la más importante de muchas décadas.

Un gran acontecimiento cultural tuvo lugar en La Habana con las presentaciones del Royal Ballet de Londres tres días en el Teatro García Lorca,  y dos en el Teatro Karl Marx. Una de las compañías más prestigiosas del mundo viajó con 150 miembros, de ellos 96 bailarines de 19 nacionalidades, así como personal técnico. Previamente había enviado por mar 10 contendores con el equipo necesario, desde suelo especial para bailar, hasta luces, escenografía y trajes.  Fue muy importante el entusiasmo contagiado a sus colegas por el gran bailarín cubano Carlos Acosta, miembro de la compañía desde hace más de una década,  que además logró el financiamiento. Fueron retribuidos por el delirante público cubano.

Impresionante resultó el concierto Paz sin Fronteras el 20 de septiembre, que deleitó a más de un millón de cubanos, reunidos por voluntad, llegados de todo el país en deplorables transportes y costeándose la alimentación, a pesar del poco dinero, para disfrutar las actuaciones de sus organizadores Juanes, Olga Tañón y Miguel Bosé y sus acompañantes, en la Plaza José Martí. 

Si bien la atmosfera estaba cargada por los tradicionales temores impuestos por la presencia de la policía política, para el estándar cubano fue el inicio de la emancipación.  Del “Sí podemos”, iniciado por Obama, y de los “Tiempos de Cambios”, a los que se cantó en ese lugar. Músicos y técnicos norteamericanos recibieron visas para posibilitar la realización del concierto.

Otras señales significativas han sido el otorgamiento de visas a destacados artistas cubanos para actuar en los Estados Unidos, como Pablo Milanés, Omara Portuondo, Chucho Valdés, y Viengsay Valdés, que danzará en el ballet de Washington, a pesar de su ardoroso apego al régimen cubano, así como la mayor exposición de arte cubano realizada en ese país que se presenta en Nuevo México desde este octubre hasta mayo del próximo año.

Mientras, la participación de alrededor de 200 artistas en una recepción de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, abre probablemente una era que no se detendrá, porque parecen conscientes de su derecho a la libre determinación y su valía intelectual, así como tener interés en no continuar perdiendo la plaza más importante del mundo, por seguir fielmente o por terror los dictados del absolutismo. No deben llamarse a engaño quienes han pensado que los artistas asistieron porque no estaban los disidentes.  Pueden haberse sentido menos comprometidos, pero no se debería buscar una connotación especial. Este tsunami, pero con paz y amor, ya no  parará.  El asunto está entre cubanos, juntos hacia la reconstrucción. 

Si la Orquesta Filarmónica de Nueva York actuó en febrero de 2008 en Pyongyang, un hecho sin precedentes en medio de las tensiones causadas por una de las dictaduras más peligrosas del mundo, que recuerda los juegos de ping pong de Estados Unidos y China  de los años 70, es un disparate que la misma no pueda actuar en La Habana. Como dijera el Sr. Zarin Mehta, su presidente, el objetivo de la orquesta es “construir puentes entre los pueblos de ambos países”.

Pero vendrán tiempos mejores en un futuro inmediato.

 

 
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