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El libro de Juanita

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Tenía que ser Carlos Alberto Montaner, escritor cubano exiliado en España, y no otro, quien escribiera la presentación del libro Fidel y Raúl, mis hermanos, las memorias de Juanita Castro, Aguilar, USA, 2009.

No hay otro intelectual que con su pluma haya buceado en lo más hondo de las aguas turbias del régimen castrista, con la valentía con que el lo ha hecho, sin miedo al largo garfio, un poco oxidado ya, del Departamento de Seguridad del Estado.

Montaner, como siempre, fiel a la verdad y con el disparo certero en la diana de la política, demuestra una vez más que, librándonos de prejuicios, es como se comprende al Hombre -con mayúscula-, sea un asesino en serie, un esquizofrénico o un dictador megalómano.

No me sorprendió en absoluto el libro de Juanita, escrito con tan  desgarrante sinceridad, que convence sólo a aquel que conserva intacto su corazón. La historia verdadera de la familia de Fidel Castro está en esas 429 páginas que, por el momento, no podrá conocer el pueblo cubano, porque el libro será otro de los tantos que se prohíben en el país.

Juanita Castro, como cientos de miles de cubanos, pronto comprendió que el régimen político implantado en Cuba en 1959 no iba a ser bueno para la nación. Convencida de esto, mujer inteligente al fin, echó a un lado los sentimientos filiales y tomó el camino del exilio, el correcto.

Lejos de ser una aventurera, como su célebre hermano, Juanita quedará para la historia como lo que es en realidad: una mujer audaz, tenaz amante de la acción y la libertad.
Muchas historias ocultas conocemos a través de sus conversaciones, contadas a María Antonieta Collins; historias que nos hacen comprender mejor la psicología del terco dictador que es su hermano.

Pero ese no es el fundamental propósito de su libro, sino, como dice Montaner, defender con manos y dientes el honor de la familia, sobre todo, el de su padre, blanco tanto de exagerados vituperios y maledicencias, como de apasionadas apologías y alabanzas.

En muchos aspectos de toda esta larga historia, Juanita tiene razón. Ya el pueblo no idolatra a Fidel, algo que no volverá a pasar en Cuba. Sólo queda una nutrida corte, por ahora agradecida, que por temor, practica la idolatría, un sentimiento excesivo, que se desmorona como el socialismo de cualquier siglo.

Las confesiones de Juanita dejan mal paradas a figuras políticas como Pedro Miret, vicepresidente de Cuba hasta hace poco, Haydee Santamaría, considerada por Juanita como “la madre de las creadoras de intrigas”, y otros.

El libro de Juanita, como dice Montaner, tiene informaciones novedosas que dan mucho que pensar sobre los verdaderos ideales de Fidel Castro. Una de estas fue la evidente inquina personal que pudo inspirarle Fulgencio Batista al joven político, cuando con su golpe de estado, le frustró sus planes de convertirse en representante ante el congreso, y sobre todo, sus deseos de tomar el poder, tal como lo repitió a lo largo de su vida, mucho antes del ataque al cuartel Moncada.

¿Podría decirse acaso que su proyecto de combatirlo a sangre y fuego respondía en realidad a una guerra personal, y que para comenzarla hizo añicos contra el piso dos lámparas de alabastro, regalo de Batista cuando el joven Fidel se casó con Mirta Díaz-Balart?

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