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El próximo cerco puede ser el tuyo 

Miguel Saludes 

MIAMI, Florida, noviembre, www.cubanet.org -Cuando la embajada de Brasil en Honduras decidió acoger a Manuel Zelaya, las fuerzas militares del país centroamericano establecieron un férreo sitio contra el recinto diplomático. Además del asedio, los uniformados usaron técnicas de ablandamiento psicológico para hacer que el presidente depuesto abandonara el lugar. Música amplificada, sonidos estridentes y luces deslumbrantes enfocadas hacia el edificio, fueron algunas de las tácticas empleadas. La comunidad internacional no dudó en salirle al paso a esta práctica. Instituciones y gobiernos, entre ellos el de Cuba, declararon esos actos como un grave atropello contra los derechos humanos.   

Por estos días en La Habana se ha establecido un cerco parecido. En este caso los sitiados son un grupo de opositores reunidos en la residencia privada de Vladimiro Roca. Desde principios de octubre allí se ejerce un fuerte operativo policíaco. La escalada represiva tiene como meta contrarrestar la protesta que lleva a cabo el morador de la vivienda junto a otras personas, quienes buscan llamar la atención sobre la falta de libertades que soportan los cubanos. Los métodos de persuasión empleados contra los manifestantes pacíficos no distan mucho de aquellos que el gobierno de la Isla y otros, criticaron a las fuerzas militares hondureñas.  

Música alta a cualquier hora, presencia constante de efectivos para policiales y un grupo de gritones agresivos, que amenazan e insultan a los que permanecen dentro de la vivienda, es la situación que reina desde hace un mes en el vecindario habanero de Nuevo Vedado.   

En una grabación colocada en Internet pueden escucharse las imprecaciones, ofensas e intimidaciones lanzadas por la chusma enardecida, marionetas que cumplen con precisión el libreto dictado por la policía política. Las demostraciones de esos que se presentan a nombre del pueblo indignado, realmente causan asco, repulsión y tristeza. Una extraña mezcolanza de sentimientos negativos.  

Voces de niños, llevados por las escuelas, se unen al corro de odio. Un hecho terrible que la UNICEF debería tener en cuenta cuando evalúa el desarrollo de la educación bajo el sistema totalitario castrista. Mujeres profiriendo malas palabras, tan sucias que harían enrojecer de vergüenza al más deslenguado de los presidiarios.  

Mientras el componente clásico de este reservorio de intolerancia se regodea en el lodazal de su malevolencia, al fondo se oye una vieja canción. Durante años ha sido un tema favorito para cubrir este tipo de eventos. Aquí no se rinde nadie es un estribillo aborrecible por su constante aparición en esos actos de reafirmación anti humana, que contradicen los principios martianos.  

Paradójicamente en momentos en que los operadores de sonido, vestidos de civil, ponían la canción interpretada en la voz de Omara Portuondo, la cantante recibía el premio Grammy Latino en un lujoso hotel de Las Vegas, Estados Unidos.  

Los hechos escenificados en los alrededores de la casa de Vladimiro Roca tuvieron por origen la reiterada exigencia para que se devuelva la cámara fotográfica confiscada a un periodista independiente. La respuesta violenta que ha tenido el plantón por la libertad efectuado en la vivienda del dirigente social demócrata cubano, puede repetirse en otras partes ante situaciones similares. De nuevo la policía política impondrá un bloqueo “protector” para evitar que la masa de revolucionarios encolerizados, tome por asalto la casa donde un miembro de la prensa independiente escribe artículos que desentonan con el criterio del colectivo. Por la misma consideración puede ser victimada la bloguera que elabora en su morada el material que habrá de colocar al día siguiente en el ciberespacio.  


El mecanismo de represión popular no tiene límites. Todo lo que parezca ilícito a sus cortas miras, puede convertirse en objeto de ataque, desde la recogida de firmas para determinado proyecto, hasta una reunión de opositores. No importa que esos eventos ocurran en la intimidad del hogar. Los que piensan que están ajenos a estos avatares, corren el mismo peligro si la turba fanatizada considera, por ejemplo, que en determinada institución ocurren situaciones no acordes con los principios que ellos defienden y postulan. Ni las sedes diplomáticas quedan exentas de la acción del pueblo combatiente. 


No hay nada más terrible que el silencio de los que mañana pueden recibir el impacto del vendaval. Es lícito el desacuerdo con determinados posicionamientos, los motivos que convocan una manifestación, incluso hacia las mismas personalidades que encabezan los reclamos. Pero nada debe implicar apatía hacia la coacción que se produce contra los que protagonizan el hecho. La falta de solidaridad, la indolencia o la relativización del acto represivo siempre terminan por tornarse contra los que asumen esa posición negligente.

 
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