Las mafias que vienen (I parte)
Odelín Alfonso Torna
LA HABANA, Cuba, mayo (www.cubanet.org) - Mucho se ha hablado sobre las consecuencias de la caída de la República en manos de la primera y única revolución comunista en América Latina. Períodos de violencia y corrupción minaron los endebles resortes de la nación, al tiempo que en las décadas del 40 y 50, la URSS tiraba la piedra y escondía la mano en el arte de la penetración ideológica.
Fidel Castro jugaba al gato y el ratón. Alternaba el antiimperialismo y sus juegos gansteriles en la Universidad de la Habana con sus primeros enlaces con el Kremlin. Era un ardid del bandolerismo en el mejor sentido de la palabra. Voy con nada, a cambio de todo.
Y así fue. Enterró su falsa devoción al catolicismo e hizo que la sociedad hiciera lo mismo con la Navidad y otros cánones de nuestro recetario social y familiar.
¿Cuán angosta sería la brecha de Fidel Castro, agente secreto (topo) del grupo comunista Caribe desde 1947, como lo describiera el ex agente del G-2 Andrés Afaya en su libro Los amos de Cuba, para llegar al podio y declararse comunista el 15 de abril de 1961?
Sin dudas ha tenido cinco décadas para amasar y perfeccionar su todo personal. Cuando digo “todo”, es porque difícilmente quede algo sin atar dentro de su proyecto “igualitarista”.
¿Cuán largo será hoy su alcance, en todos los sentidos y en todas las direcciones?
A esta misma hora y en este preciso minuto, nadie puede imaginarse hacia dónde se mueven los tentáculos de la familia Castro Ruz. Ni siquiera el más allegado consejero del clan “patria o muerte” sabrá quién o quiénes abrazarán la benevolencia, o en el peor de los casos, obsequiarán su cráneo para el tiro de gracia.
Muchos analistas y politólogos dicen que el binomio Castro Ruz está dando tiempo a que surja un cambio de la política norteamericana respecto a Cuba, pero no se preguntan qué hacen de la espera. Por inevitable que sea la transición, no le va a sorprender con una mano detrás y otra delante.
No hace falta hurgar en las intimidades del poder para saber el destino de las finanzas públicas. La maquinaria recaudadora de divisas suele estar bien engrasada desde los más bajos estratos sociales hasta la casa grande, algo así como el recaudo lícito de la actividad ilícita, orientada desde el nivel superior.
Y por ahí andan las mafias que vienen, amparadas, claro está, más allá del radio de acción en manos de la policía económica y sus cuerpos de auditores virtuales. No es una invención decir que existen negociantes y cuentapropistas que actúan impunes como “capos” de barrio. Incluso hay quienes tienen un amplio currículo de antecedentes penales. Disponen de total movilidad y recursos para operar su negocio con doble propósito.
Ya que empecé por el eslabón más pequeño del emporio castrista, debo creer que existe toda una estructura escalonada de absentistas que operan mediante la coacción y la delación de sus coterráneos. Igual sucede en los enclaves económicos, las administraciones públicas y los servicios.
Por ejemplo: un director municipal de gastronomía debe permitir, hasta cierto punto y sin que se dañe su imagen, que los administradores de unidades gastronómicas bajo su jurisdicción dispongan de los bienes del Estado sin que se afecte la oferta a la población. A cambio reciben, casi siempre al cierre de la semana, un fajo de dinero por hacerse los de la vista gorda.
Los mecanismos de malversación, con sus excepciones, se repiten a instancias superiores. La provincia multa al municipio y el primero da cuenta a la nación. ¿Y quién o quienes se llaman nación?
Lo dije al principio, difícilmente quede algo sin atar. Ojo, por ahí andan los tentáculos del poder.
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